miércoles, 17 de febrero de 2010


Jueves después de Ceniza.
San Lucas 9, 22-25


Y añadió que el Hijo del Hombre debía padecer mucho y ser rechazado por causa de los ancianos, de los príncipes de los sacerdotes y de los escribas, y ser llevado a la muerte resucitar al tercer día.
Y les decía a todos:
—Si alguno quiere venir detrás de mí, que se niegue a sí mismo, que tome su cruz cada día, y que me siga. Porque el que quiera salvar su vida, la perderá; pero el que pierda su vida por mí, ése la salvará. Porque ¿de qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si se destruye a sí mismo, o se pierde?

Nos dijiste, Señor, que tenías que padecer mucho, ser desechado por los ancianos, por los sumos sacerdotes y letrados —gente importante—, y ser ejecutado. ¡Qué tres palabras más duras, Señor: padecer, ser desechado, ser ejecutado! Pasos de un camino que quisiste recorrer y que tenemos que recorrer también nosotros.

Era tan espinoso este mensaje, tan inaudito, tan singular, que tus discípulos aunque lo oyeron, no lo captaron; lo oyeron, pero no lo asimilaron; lo oyeron pero no lo podían creer, por eso se resistían. Y, sin embargo, Señor, ahí estaba el meollo de tu mensaje, de tu redención.
Y porque no te entendían, estaban serios, asustados, tristes. Quizás por eso Tú, Señor, les dijiste: “El que quiera seguirme que se niegue a sí mismo, cargue con su cruz cada día y se venga conmigo”. Se trataba de un programa exigente: Tomar la cruz cada día y seguirte o dicho de otra manera: para poder seguirte había que tomar la cruz de cada día.

Y añadiste: “El que quiera salvar su vida (sin mí) la perderá: y el que la pierda (por mí) la salvará”. No era, ni es, un juego de palabras; es un programa, es un estilo nuevo que Tú proponías: vivir muriendo. Mejor, mucho mejor, que el de morir viviendo. Programa hermoso, pero difícil; programa espléndido, pero laborioso.

Y añadiste: ¿De qué le sirve al hombre haber ganado el mundo entero, si se destruye a sí mismo, o se pierde?. ¿De qué le sirve al hombre ganar, tener, ser mucho, si pierde su alma?
Haz, Señor, que sepamos llevar la cruz de cada día y así, con tu gracia, podamos conseguir la resurrección eterna.