sábado, 27 de octubre de 2012

50 HITOS DE NUESTRA HISTORIA QUE TODO ESPAÑOL DEBERÍA CONOCER


FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR



Tácito —escribió Borges en uno de sus apuntes — no entendió la Crucifixión, aunque la registra su libro. Y la razón de que aquel hecho pasara inadvertido a los ojos del implacable cronista del imperio romano hizo sospechar al escritor argentino que la historia, la verdadera historia, es pudorosa y que sus fechas esenciales pueden ser, durante largo tiempo, secretas. Así, marca una fecha histórica no el día en que Pizarro conquista el Perú sino aquel en que el Inca Garcilaso, conquistador conquistado, toma la pluma y comienza a escribir los Comentarios Reales: «Los cuatro términos
que el Imperio de los Incas tenía, cuando los españoles entraron en él…» 

Sin embargo, el brillo oscurecido de estas jornadas inadvertidas no puede borrar la medida y el alcance de lo que
Zweig llamó momentos estelares de la humanidad. Porque la historia no siempre es secreta. ¿Cómo olvidar la trascendencia
de aquel ya legendario «tierra a la vista» de 1492? Los barcos de los Reyes Católicos abren entonces un nuevo mundo. Un continente ignorado emerge desde el confín de los océanos
a modo de una Atlántida perdida, y la vieja Europa, con Castilla a la cabeza, se lanza a conquistar y colonizar una nueva utopía del espíritu. Error de la Transición de Suárez, que luego pocos pondrían empeño en reparar, fue entregar a las comunidades autónomas la palanca ideológica de la Historia renunciando el Estado al principal instrumento de formación de ciudadanos. 

Se regaló el pasado a las autonomías y éstas se lo quedaron, siendo responsables de la indigencia del pensamiento político español, de los últimos años, respecto del hecho nacional. Bajo coartadas pedagógicas, el sistema educativo enseña el pasado de una manera discontinua para negar la evidencia de que la historia de España es un proceso largo y cambiante; estrangula las voces universales que nos unen y empuja a visitar los cementerios que nos separan; silencia quinientos años de vida en común, de territorios y sueños compartidos, y despliega un catálogo de héroes regionales, vestidos como para un baile de disfraces.

Hoy son muchos los ciudadanos que esperan que alguien les diga cómo hay una idea de España, antes de la invención de otra idea de su país. Que no quieren callar ante el secuestro de su pasado porque saben que ello equivale a despojarnos de nuestro mejor patrimonio, a desposeernos de nuestra raíz. Hoy elevan la misma plegaria que Ángela Figuera en su Salve a España: «A ti clamamos los desterrados de ti, que en ti vivimos extranjeros… de tu verdad de hoy eliminados, a tu futura herencia no admitidos».

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