50 HITOS DE NUESTRA HISTORIA QUE TODO ESPAÑOL DEBERÍA CONOCER
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
FERNANDO GARCÍA DE CORTÁZAR
Tácito
—escribió Borges en uno de sus apuntes
— no entendió la Crucifixión, aunque
la registra su libro. Y la razón de que
aquel hecho pasara inadvertido a los
ojos del implacable cronista del imperio romano
hizo sospechar al escritor argentino
que la historia, la verdadera historia,
es pudorosa y que sus fechas esenciales pueden ser, durante largo tiempo,
secretas. Así, marca una fecha histórica
no el día en que Pizarro conquista el
Perú sino aquel en que el Inca Garcilaso,
conquistador conquistado, toma
la pluma y comienza a escribir los Comentarios
Reales: «Los cuatro términos
que
el Imperio de los Incas tenía, cuando
los españoles entraron en él…»
Sin
embargo, el brillo oscurecido de estas
jornadas inadvertidas no puede borrar
la medida y el alcance de lo que
Zweig
llamó momentos estelares de la humanidad.
Porque la historia no siempre es
secreta. ¿Cómo olvidar la trascendencia
de
aquel ya legendario «tierra a
la vista» de 1492? Los barcos de los
Reyes Católicos abren entonces un nuevo
mundo. Un continente ignorado emerge
desde el confín de los océanos
a
modo de una Atlántida perdida, y
la vieja Europa, con Castilla a la cabeza, se
lanza a conquistar y colonizar una
nueva utopía del espíritu. Error
de la Transición de Suárez, que
luego pocos pondrían empeño en reparar,
fue entregar a las comunidades autónomas
la palanca ideológica de
la Historia renunciando el Estado al principal
instrumento de formación de ciudadanos.
Se regaló el pasado a las autonomías
y éstas se lo quedaron, siendo responsables
de la indigencia del pensamiento
político español, de los últimos
años, respecto del hecho nacional. Bajo
coartadas pedagógicas, el sistema
educativo enseña el pasado de una
manera discontinua para negar la evidencia
de que la historia de España es
un proceso largo y cambiante; estrangula las
voces universales que nos unen
y empuja a visitar los cementerios que
nos separan; silencia quinientos años
de vida en común, de territorios y
sueños compartidos, y despliega un
catálogo de héroes regionales, vestidos como
para un baile de disfraces.
Hoy
son muchos los ciudadanos que esperan
que alguien les diga cómo hay una
idea de España, antes de la invención de
otra idea de su país. Que no quieren
callar ante el secuestro de su pasado
porque saben que ello equivale a
despojarnos de nuestro mejor patrimonio, a
desposeernos de nuestra raíz.
Hoy elevan la misma plegaria que Ángela
Figuera en su Salve a España: «A
ti clamamos los desterrados de ti, que
en ti vivimos extranjeros… de tu verdad
de hoy eliminados, a tu futura herencia
no admitidos».
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