lunes, 27 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Y más allá de mi pequeño jardín, del maizal fresco y lozano, de los prados recién segados y de los árboles repletos de hojas, están los edificios, el pueblo, la vida animal y humana.


Lo que mejor diviso, son los edificios de la escuela. Es un edificio ancho y alto, el más alto todos. Tiene un número considerable de ventanas. Hoy están todas cerradas, son de color blanco. Los techos de las casas y también de la escuela, son de teja rojiza con algunas zonas de uralita.


A la derecha de la escuela, veo otro edifico grande, debe ser un almacén, para guarda la hierba que recogida en los prados cercanos. Más al fondo, otro edifico parecido, este tiene la pinta de ser un establo de ovejas y vacas. Un poco más al extremo derecho, se divisan más casas, pequeñas, ocultas entre los árboles que merodean por el poblado. A la izquierda, no lo veo pero sé que está el grueso del casco urbano, los edificios oficiales, la iglesia, el ayuntamiento. Por cierto en estos momentos se oye la campana que llama a Misa. Son unas campanadas suaves y sencillas que recuerdan a los feligreses la hora del Sacrifico del Altar.


Desde mi atalaya, no veo la vida, no alcanzo a ver el movimiento humano, los árboles me dificultad la vista. No veo ni a los niños de la escuela, ni a los pastores y ganaderos del campo, ni a las amas de casa, ni a los funcionarios, ni al cura, ni siquiera a los perros de la calle o los coches aparcados a las puertas de las casas.


No veo nada. Pero tengo creo en su existencia. No toco nada, pero percibo la realidad. No gusto nada pero percibo su cercanía. De tal manera de que estoy seguro de la existencia de todas estas cosas. Qué casualidad, ahora un águila no muy grande cruza el espacio que diviso, mueve sus alas suavemente, vuela lenta, vuela serena y se aleja de mi vista.


Hoy día del Cuerpo y la Sangre de Cristo (Corpus Christi), me venía a la memoria aquella estrofa del Adorote devote que dice: “Al juzgar de ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta con el oído para creer con firmeza, creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta palabra de verdad.


Razón y fe: las dos alas para conocer la verdad. Si el águila de arriba, pierde un ala cae, si pierde las dos, muere. Tú y yo necesitamos las dos alas para volar alto y darle a la caza alcance.