sábado, 4 de diciembre de 2010

JUAN EL BAUTISTA
SEGUNDA SEMANA DE ADVIENTO

DOMINGO (A)
SAN MATEO 3, 1-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=YQilEnyiago

En aquellos días apareció Juan el Bautista predicando en el desierto de Judea y diciendo:
—Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos. Éste es aquel de quien habló el profeta Isaías diciendo: Voz del que clama en el desierto: Preparad el camino del Señor, haced rectas sus sendas. Llevaba Juan una vestidura de pelo de camello con un ceñidor de cuero a la cintura, y su comida eran langostas y miel silvestre. Entonces acudía a Jerusalén, toda Judea y toda la comarca del Jordán, y eran bautizados por él en el río Jordán, confesando sus pecados. Al ver que venían a su bautismo muchos fariseos y saduceos, les dijo:
—Raza de víboras, ¿quién os enseñó a huir de la ira que ha de venir? Dad, por tanto, un fruto digno de penitencia, y no os justifiquéis interiormente pensando: “Tenemos por padre a Abrahán”. Porque os aseguro que Dios puede hacer surgir de estas piedras hijos de Abrahán. Ya está el hacha puesta junto a la raíz de los árboles. Por tanto, todo árbol que no dé buen fruto se corta y se arroja al fuego. Yo os bautizo con agua para la conversión, pero el que viene después de mí es más poderoso que yo; no soy digno de llevarle las sandalias. Él os bautizará en el Espíritu Santo y en fuego. Él tiene en su mano el bieldo y limpiará su era, y recogerá su trigo en el granero; en cambio quemará la paja con fuego que no se apaga.

Tras una larga preparación de ayuno y sacrificio, un día apareció públicamente Juan el Bautista. Y comenzó a predicar. Insistía con fuerza en la necesidad de la conversión. Y anunciaba que el Reino de los Cielos estaba próximo, que él era voz, exigencia, pregonero, ayuda.

A Ti, Señor, te gustaba hablar de Juan. Le habías conocido hace tiempo. Ninguno de los dos habíais nacido. Aunque quizás os encontrasteis algunas veces más, hacía mucho tiempo que no os veíais. Te chocó, Señor, cuando te dijeron cómo era su vestidura y cuál era su alimentación.

Pero lo que más te agradó fue el saber que toda Jerusalén y toda Judea y toda la comarca del Jordán acudían hasta él, para escucharle. Y también al saber que muchos eran bautizados; y que muchos confesaban sus pecados. También supiste lo de la reprimenda que Juan había echado a los fariseos y a los saduceos.

Pero lo que más te agradó del comportamiento de Juan fue conocer que él había dicho que él bautizaba con agua pero que venía otro detrás más poderoso que él y que bautizaría en el Espíritu Santo y en fuego. También te gustó mucho lo de las sandalias y lo del bieldo, lo de la era, lo del trigo y lo de la paja.

Más tarde, Tú dirías de Juan cosas maravillosas, harías de él grandes elogios: dijiste que era grande, valiente, héroe. Y te acordarías cuando aún no nacido saltó de gozo en el vientre de su madre, cuando Tú eras el fruto bendito del vientre de la tuya.