PARA
SERVIR, SERVIR
Hoy,
recojo en mi blog, una de tantas vivencias con las que nos
tropezamos cada día. Sencilla, natural, pequeña, casi insignificante, pero
llena de enseñanza.
Sonó el
timbre de mi despacho. Abrí la puerta y
me encontré con un señor que venía a pedirme las llaves del local parroquial. Quería
ajustar las patas de una vieja mesa. Le acompañé al local, le abrí la puerta y enseguida
comprobó la avería.
Me dijo
que tardaría, más o menos, media hora en arreglarlo. Pero como había pasado más
de una hora y no llegaban mis llaves, me acerque al salón. Llamé con los nudos
de la mano la puerta. Me abrió al instante. Estaba terminando el arreglo. Un
buen arreglo, hecho gratis y con buen humor.
Aprovechando
la circunstancia, dije: yo también tengo una mesa desajustada. Y sin más preámbulos,
me dijo: vamos a verla ahora mismo. Vino,
la vio y ha quedado en buscar solución al desperfecto. Espero no tarde en
finalizar la obra buena que ya ha comenzado.
Así de
sencillo: servir, sin esperar nada en cambio.
PARA
ESCUCHAR