SÁBADO SANTO 2014
"Durante el Sábado santo la Iglesia permanece junto al sepulcro del Señor,
meditando su pasión y su muerte, su descenso a los infiernos y esperando en
oración y ayuno su resurrección (Circ
73).
Es el día del silencio:
la comunidad cristiana vela junto al sepulcro.Callan las campanas y
los instrumentos. Se ensaya el aleluya, pero en voz baja. Es día para
profundizar. Para contemplar. El altar está despojado. El sagrario, abierto y
vacío.
La Cruz sigue
entronizada desde ayer. Central, iluminada, con un paño rojo, con un laurel de
victoria. Dios ha muerto. Ha querido vencer con su propio dolor el mal de la
humanidad.
Es el día de la
ausencia. El Esposo nos ha sido arrebatado. Día de dolor, de reposo, de
esperanza, de soledad. El mismo Cristo está callado. Él, que es el Verbo, la
Palabra, está callado. Después de su último grito de la cruz "¿por qué me
has abandonado"?- ahora él calla en el sepulcro.Descansa:
"consummatum est", "todo se ha cumplido".
Pero este silencio se
puede llamar plenitud de la palabra. El anonadamiento, es elocuente.
"Fulget crucis mysterium": "resplandece el misterio de la
Cruz."
El Sábado es el día en
que experimentamos el vacío. Si la fe, ungida de esperanza, no viera el
horizonte último de esta realidad, caeríamos en el desaliento: "nosotros
esperábamos... ", decían los discípulos de Emaús.
Es un día de meditación
y silencio. Algo parecido a la escena que nos describe el libro de Job, cuando
los amigos que fueron a visitarlo, al ver su estado, se quedaron mudos,
atónitos ante su inmenso dolor: "se sentaron en el suelo junto a él,
durante siete días y siete noches. Y ninguno le dijo una palabra, porque veían
que el dolor era muy grande" (Job. 2, 13).
Eso sí, no es un día
vacío en el que "no pasa nada". Ni un duplicado del Viernes. La gran
lección es ésta: Cristo está en el sepulcro, ha bajado al lugar de los muertos,
a lo más profundo a donde puede bajar una persona. Y junto a Él, como su Madre
María, está la Iglesia, la esposa. Callada, como él.
El Sábado está en el
corazón mismo del Triduo Pascual. Entre la muerte del Viernes y la resurrección
del Domingo nos detenemos en el sepulcro. Un día puente, pero con personalidad.
Son tres aspectos - no tanto momentos cronológicos - de un mismo y único
misterio, el misterio de la Pascua de Jesús: muerto, sepultado, resucitado:
"...se despojó de
su rango y tomó la condición de esclavo...se rebajó hasta someterse incluso a
la muerte, es decir conociese el estado de muerte, el estado de separación
entre su alma y su cuerpo, durante el tiempo comprendido entre el momento en
que Él expiró en la cruz y el momento en que resucitó. Este estado de Cristo
muerto es el misterio del sepulcro y del descenso a los infiernos. Es el
misterio del Sábado Santo en el que Cristo depositado en la tumba manifiesta el
gran reposo sabático de Dios después de realizar la salvación de los hombres,
que establece en la paz al universo entero".
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