domingo, 10 de octubre de 2010


EL PROFETA JONÁS

VIGÉSIMA OCTAVA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN LUCAS 11, 29-32

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=hQpVLKN8egQ

Habiéndose reunido una gran muchedumbre, comenzó a decir:
—Esta generación es una generación perversa; busca una señal y no se le dará otra señal que la de Jonás. Porque, así como Jonás fue señal para los habitantes de Nínive, del mismo modo lo será también el Hijo del Hombre para esta generación. La reina del Sur se levantará en el Juicio contra los hombres de esta generación y los condenará: porque vino de los confines de la tierra para oír la sabiduría de Salomón, y daos cuenta que aquí hay algo más que Salomón. Los hombres de Nínive se levantarán en el Juicio contra esta generación y la condenarán: porque ellos se convirtieron ante la predicación de Jonás, y daos cuenta de que aquí hay algo más que Jonás.

Salir de casa y verte rodeado de gente, era todo uno. Admiraban tus palabras, anhelaban tus mensajes, esperaban tus sermones. Te llevabas, como se dice ahora, a la gente de calle apenas salías. Enseguida se corría la voz. Y pronto te encontrabas rodeado de gentes ávidas de escuchar tu voz, de aprender tus lecciones. Pero no era todo oro lo que relucía a tu lado, había también ganga.

Y Tú, Señor, amable, manso y humilde de corazón, no tenías pelos en la lengua para cantar las verdades. Con fuerza y con energía condenabas el mal aunque siempre te “abajabas” para comprender a las personas. ¡Generación perversa, llamaste a la tuya! ¡Señor!

Se ve que te había molestado lo de pedirte una señal. Habrías preferido más sencillez, más nobleza. Pero puestos a dar señales —dijiste— allá va la señal de Jonás. Y la gente, más o menos, entendió el asunto. Se acordaron de aquel profeta, de Nínive, de la Reina del Sur, de Salomón, del arrepentimiento de la ciudad, de todo aquello que era historia sagrada.

Me imagino, Señor, el momento. Quiero verte sentado en una piedra rocosa. Las manos sobre la cabeza, el manto arrastrando sobre el suelo y mucha gente mirándote a los ojos misericordiosos. Y Tú, ¡una señal! ¿Queréis una señal? La tendréis. Igual que Jonás, estaré tres días en el vientre de la tierra, al tercer día resucitaré. ¡Silencio!

De pronto, te pusiste de pie. Y repetiste: estaré tres días, como Jonás, en el vientre de la tierra, pero al tercer día resucitaré para nunca más morir.