martes, 29 de junio de 2010

DÉCIMA TERCERA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN MATEO 8, 28-34

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK  http://www.osma-soria.org/

Al llegar a la orilla opuesta, a la región de los gadarenos, vinieron a su encuentro dos endemoniados, que salían de los sepulcros, tan furiosos que nadie podía transitar por aquel camino. Y en esto, se pusieron a gritar diciendo:
—¿Qué tenemos que ver contigo, Hijo de Dios? ¿Has venido aquí antes de tiempo para atormentarnos?
Había no lejos de ellos una gran piara de cerdos paciendo. Los demonios le suplicaban:
—Si nos expulsas, envíanos a la piara de cerdos.
Les respondió:
—Id.
Y ellos salieron y entraron en los cerdos. Entonces toda la piara se lanzó corriendo por la pendiente hacia el mar y pereció en el agua. Los porqueros huyeron y, al llegar a la ciudad, contaron todas estas cosas, y lo sucedido a los endemoniados. Así que toda la ciudad vino al encuentro de Jesús y, cuando le vieron, le rogaron que se alejara de su región.

Señor, habías llegado a la otra orilla. Junto a la región de los gadarenos. Como en otras ocasiones te seguían tus discípulos. Ibais siempre juntos por pueblos y aldeas. Quizás pensabais descansar allí unos instantes, para seguir después la ruta establecida.

Pero en esto, muy cerca, se oyó un ruido inmenso. Un grupo de hombres furiosos corrían hacia Ti. Un griterío enorme estalló a tu lado. ¡Qué tenemos que ver contigo! Los gritos cada vez eran más fuertes y más secos. ¿Por qué actúas —te dijeron—, tan pronto, tan pronto? Nadie podía caminar tranquilo por el camino.

En una zona cercana, una piara de cerdos hozaban en el suelo y gruñían. Entre los gritos y los gruñidos, el ambiente se hacía insoportable. De súbito, los demonios te pidieron que, si ibas a expulsarlos, les permitieras meterse en los cerdos. Tú, Señor, se lo permitiste. Al instante, los cerdos se lanzaron pendiente abajo y se precipitaron en el mar. Se ahogaron todos.

Los porqueros, que hasta entonces habían estado tranquilos y serenos, al ver aquel espectáculo, huyeron despavoridos a la ciudad. Y contaron a sus vecinos lo que había sucedido. No querían creerlos. Al fin aceptaron el relato. Poco después, una gran muchedumbre, la ciudad entera, llegó hasta donde Tú estabas. Y uno de ellos, quizás el jefe, hablando en nombre de todos, te dijo que te alejaras de sus dominios.

Aquellos hombres, durante años, vivieron con menos bienes y, lo que es peor, sin tu presencia. Es posible que algunos murieran en la desgracia de haberte excluido de sus territorios, de haberte declarado persona incómoda para sus intereses.

Hoy, Señor, queremos decirte: quédate con nosotros, en nuestra región, en nuestra tierra, en nuestra vida, aunque para ello haga falta sacrificar bienes, tierras, amores. Tú vales más, Tú eres el mejor vecino.