sábado, 20 de febrero de 2010


Domingo I de Cuaresma Ciclo C (21 de febrero de 2010)


+ Lectura del santo evangelio según san Lucas 4, 1-13

En aquel tiempo, Jesús, lleno del Espíritu Santo, volvió del Jordány, durante cuarenta días, el Espíritu lo fue llevando por el desierto, mientrasera tentado por el diablo. Todo aquel tiempo estuvo sin comer, y al final sintió hambre. Entonces el diablo le dijo: — «Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan.» Jesús le contestó: —«Está escrito: “No sólo de pan vive el hombre”.» Después, llevándole a lo alto, el diablo le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dijo—«Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado, y yo lo doy a quien quiero. Si tú te arrodillas delante de mí, todo será tuyo.» Jesús le contestó: — «Está escrito: “Al Señor, tu Dios, adorarás y a él solo darás culto”.»Entonces lo llevó a Jerusalén y lo puso en el alero del templo y le dijo: —«Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito: “Encargará a los ángeles que cuiden de ti”, y también: “Te sostendrán en sus manos, para que tu pie no tropiece con las piedras”.» Jesús le contestó: —«Está mandado: “No tentarás al Señor, tu Dios”.» Completadas las tentaciones, el demonio se marchó hasta otra ocasión.

Así como pueblo de Israel fue llevado por Dios durante cuarenta años por el desierto, para prepararlo a la misión que había de ejercer entre las naciones, así también Jesús, como nos cuenta hoy el Evangelio, fue llevado por el Espíritu durante cuarenta días por el desierto para prepararse a su misión: la de rescatar y reunir a los hijos de Dios que el pecado degradó y había dispersado.

Hoy entramos con él en el desierto, para vencer con él esas tentaciones que siempre amenazan nuestra identidad cristiana, apartándonos del único Señor.

Son las tentaciones de todos los hombres, que también Cristo, como hombre, tuvo que vencer: «Sintió hambre Jesús y el diablo le tentó: “Si eres Hijo de Dios, dile a esta piedra que se convierta en pan”».

Es la tentación de vivir para satisfacer las apetencias, de andar sobre todo pendientes de las necesidades por cubrir, de existir para consumir. Y Jesús le contesta, enseñándonos así cómo vencer esta tentación: «Está escrito por Dios: “No sólo de pan vive el hombre”». No, no somos nosotros para las cosas, sino las cosas para nosotros, porque nosotros somos de Dios.

El Diablo ataca entonces por otra de las apetencias radicales del hombre. Y así, «llevándolo a lo alto, le mostró en un instante todos los reinos del mundo y le dice: “Te daré el poder y la gloria de todo eso, porque a mí me lo han dado y yo lo doy a quien quiero. Si te arrodillas ante mí, todo será tuyo”».

Otra debilidad del corazón humano: la codicia y el poder. Algo que algunos sacian porque, sin escrúpulos, secundan la tentación. Por eso el Diablo le pone como condición: “Si me adoras lo tienes fácil”. Pero es un embustero, porque el mundo no es suyo, sino de Dios. Y Jesús le vence diciendo de quién son las cosas y de quién el poder. Y así vence la tentación afirmando: «Al Señor tu Dios adorarás y a él sólo darás culto».

Pero el Diablo no se da por vencido y ataca ahora de modo más sutil. Lo lleva «al alero del Templo y le dice: “Si eres Hijo de Dios, tírate de aquí abajo, porque está escrito que Dios no permitirá que te pase nada malo”».

Es la tentación que nosotros podemos sentir, cuando acudimos a Dios queriéndolo poner al servicio de nuestros planes; marcándole la pauta de cómo ha de comportarse con nosotros; diciéndole, en definitiva, lo que esperamos que haga para seguir confiando en él. Y por eso Jesús nos ayuda a vencer esta tentación que está en la base de muchas personas que dieron la espalda a Dios, porque no les solucionó sus problemas. Con su respuesta nos enseña a ponernos de verdad en las manos de Dios rechazando de raíz toda tentación: «Está mandado: “No tentarás al Señor tu Dios”».

(cfr. http://www.diocesisdejaen.es/)