lunes, 16 de septiembre de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS

Y TRAS EL LUNES, EL MARTES

La Misa, los días laborables es a las 11:30. Un grupo de fieles del pueblo y otro mayor, de los llegados de fuera, nos reunimos en la Iglesia a celebrar la Eucaristía. Don Balbino, el párroco preside la celebración, varios sacerdotes del pueblo que concelebramos con él.
La iglesia de Villasarracino es grande. Una nave amplia y dos más pequeñas. De la nave central cuelga una lámpara moderna que da esplendor al templo. Varios altares colocados en las paredes laterales, ennoblecen el conjunto.
El retablo del altar mayor está presidido por la Virgen de la Asunción, Patrona de la Parroquia. Es una imagen esbelta y elegante que se elevaba hacia lo alto, llevada por ángeles.
A las doce finaliza la Misa. Algunas mujeres riegan las plantas colocadas en el portal del sol, con el propósito de mantenerlas frescas y lozanas.
Poco después, se cierran las puertas y queda el templo vacío. Una forastera, “de cuyo nombre -como escribió Cervantes en el Quijote-, no quiero acordarme”, permanece tiempo y tiempo en el templo.
Por la calle poca gente. De rato en rato se escuchan las bocinas de los vendedores: el panadero, el pescadero, el frutero…; es una de las ventajas de los pueblos: todo te lo llevan a la puerta de casa.
Un rato de trabajo. La comida, la siestica, la oración, el paseo, la cena, la partida de cartas. Y adormir.
PARA VER Y ESCUCHAR