jueves, 3 de junio de 2010

NOVENA SEMANA DEL T. O.

VIERNES
SAN MARCOS 12, 35-37

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Y tomando la palabra, decía enseñando en el Templo:
—¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David? El mismo David, movido por el Espíritu Santo, ha dicho:
Dijo el Señor a mi Señor: “Siéntate a mi derecha,
hasta que ponga a tus enemigos bajo tus pies”.
»El mismo David le llama Señor. Entonces, ¿cómo va ser hijo suyo?
Y una inmensa muchedumbre le escuchaba con gusto.

Tú, Señor, estabas en el Templo. Estabas enseñando. En un momento de tu intervención, preguntaste a los que te escuchaban. ¿Cómo dicen los escribas que el Cristo es hijo de David, si el mismo David le llama Señor? ¿Si es Señor, cómo puede ser hijo? Na-die dijo nada; o, mejor dicho, nada se recoge en el texto. Porque Tú sí que debiste decir algo, pues la muchedumbre te escuchaba con gusto. Yo también quiero escuchar.

Se puede escuchar a la fuerza: como el ruido de un camión que pasa bajo tu ventana; se puede escuchar con resignación: como se escucha la reprimenda que te larga alguien; se puede escuchar con prisa: como el consejo en la escalerilla del tren que sale de la estación; se puede escuchar con desgana: como la perorata lenta y aburrida del conferenciante de turno; se puede escuchar de otras muchas maneras. A mi me gusta escucharte, ilusionado, emocionado, feliz. Hoy te digo una vez más:

Habla, Señor, que tu siervo escucha.
habla, Señor, te quiero escuchar;
habla, Señor, dame tu mensaje;
habla, Señor, dame tu verdad.

Danos, Señor, buenas entendederas; que sepamos escuchar, que sepamos concretar.