lunes, 14 de junio de 2010

UNDÉCIMA SEMANA DEL T. O.

MARTES
SAN MATEO 5, 43-48

CON UN GOLPE DE CLIK:  http://www.diocesisdesalamanca.com/

»Habéis oído que se dijo: Amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Pero yo os digo: Amad a vuestros enemigos y rezad por los que os persigan, para que seáis hijos de vuestro Padre que está en los cielos, que hace salir su sol sobre buenos y malos, y hace llover sobre justos y pecadores. Porque si amáis a los que os aman, ¿qué recompensa tenéis? ¿No hacen eso también los publicanos? Y si saludáis solamente a vuestros hermanos, ¿qué hacéis de más? ¿No hacen eso también los paganos? Por eso, sed vosotros perfectos como vuestro Padre celestial es perfecto.

Se dijo también: amarás a tu prójimo y odiarás a tu enemigo. Amar y odiar. Amar al próximo, al cercano, al que piensa y vive como nosotros; y odiar al extraño, al lejano, al que mantiene modos distintos de vivir o de pensar. Era la Ley Antigua.

Y llegaste Tú, Señor, y nos dijiste: amad a vuestros enemigos, rezad por los que os persigan o calumnien. El cambio era radical. Un nuevo salto de calidad en tu doctrina. Seguía en pie, por supuesto, amar a los amigos, a los hermanos; pero había que querer también a los enemigos. Ya no se trataba de no odiarlos, ni siquiera de tolerarlos por virtud, o de aguantarlos por obligación, sino que había que amarlos, quererlos; más aún, rezar por ellos. Era la Ley Nueva.

Así actúa Dios: hace salir el sol sobre buenos y malos; hace llover sobre justos e injustos; quiere, perdona y ama a todos. Así debemos actuar también nosotros: querer al que piensa de forma distinta; compartir amistad con quien milita en otro partido; aceptar al que presume de tener gustos, aficiones, distracciones distintas.

Amar a quien te ama, hacer el bien a quien te lo hace, saludar a quien te saluda; ayudar a quien te ayuda; perdonar a quien te perdona; ¿qué mérito tiene? Hasta los paganos lo hacen.

Nosotros, los hijos de Dios, tenemos, debemos dar un paso más: amar a todos; como Dios ama a todos; ser perfectos como Dios es perfecto. Amar al pecador siempre, aunque odiando, eso sí, el pecado.