viernes, 17 de junio de 2011

DESDE MI VENTANA

Dicen que a la ocasión la pintan calva. Hoy lo he comprobado. Me encontré con un abuelo. Le hice la foto que no me salió.



NO ME SALIÓ LA FOTO DEL ABUELO


DÍA 17 DE JUNIO DE 2011


Un abuelo está sentado en el banco rojo, patas verdes, que veo desde mi ventana. A su lado tiene un coche de niño, con niño dentro. Es uno de sus nietos. Once meses de edad, más o menos. Entre sus manos, el abuelo, mantiene una bolsa con nueces. Cuando llego a su lado, agita la bolsa y me ofrece algunas unidades. Se lo agradezco pero no las cojo. No me puedo parar. Voy con cierta prisa a casa a recoger unos papeles que he olvidado. Cuando entro en mi habitación, me asomo a mi ventana y veo a abuelo, nieto y cochecito junto al banco. Bajo enseguida. Al llegar junto a él, se levanta. Le digo que si puede sentarse de nuevo que voy a hacer una fotografía. Me lo permite. Se la hago y a continuación, le cuento lo siguiente: “Cuando yo era niño, seis o siete años tendría, mi abuela me mando un día a canjear unos kilos de trigo por unos kilos de nueces. Así se compraban y vendían las cosas aquellos años. Lo hice. Le di al señor de la plaza unos kilos de trigo que llevaba en un saco y el me dio unos kilos de nueces que metí en el mismo saco. Ya de vuelta, al llegar a la puerta de la escuela, me senté en un escalón de cemento y comencé a comer nueces. Pronto me vi rodeado de amigos. Me pidieron que les diera alguna nuez y se las dí. Total que el saquillo de nueces mermó y de que manera. Cuando llegué a casa de mi abuela, al ver tan poca mercancía, después de preguntarme lo sucedido, que expliqué brevemente, mi buena abuela me regañó, de buenas maneras, pero con autoridad. Aprendí aquel día a no ocultar la verdad y, sobre todo, a ser un poco más cuidadoso con las cosas”. Al terminar de contárselo al abuelo del banco rojo, con patas verdes, el abuelo se rió y me dijo: “Dicen que es bueno comer al día, por lo menos tres nueces”. De acuerdo, le dije. Antes de despedirme le hice una caricia al niño que pacíficamente descansaba en el carrito. Un recuerdo y una lección actualizada.



REFLEXIÓN

El que quiera decir a otras personas la verdad, debe saber soportarla en sí mismo. Adolfo Kolping
 

CAMINO

395 Aquel hombre de Dios, curtido en la lucha, argumentaba así: ¿Que no transijo? ¡Claro!: porque estoy persuadido de la verdad de mi ideal. En cambio, usted es muy transigente...: ¿le parece que dos y dos sean tres y medio? —¿No?..., ¿ni por amistad cede en tan poca cosa?

—¡Es que, por primera vez, se ha persuadido de tener la verdad... y se ha pasado a mi partido!