domingo, 22 de febrero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA

Al fin, cerraron el trato. No pude enterarme del precio, cosa que agradecí, pero sí advertí que unos y otros estaban contentos. Marcharon de allí, con cierta rapidez, quizás a celebrarlo a algún lugar cercano. Sólo se despidió de mí el señor del calzón verde y blusa negra. Se acercó hasta mí, me dio unos golpecitos con un pequeño martillo, después hizo sobre mí una marca con un objeto punzante y me dijo, bajito, como al oído: Hasta luego hermoso tronco. Y que sepas que aunque eres añejo y vetusto, yo seré tu creador. Te infundiré un nuevo rostro, te daré vida y te mirarán con devoción y piedad mucha gente. Espero que me lo agradezcas algún día y cuando cuentes estas cosas, que algún día las contarás, me recuerdes con cariño, me recuerdes como a un padre.
Yo no me ví en aquel momento, porque lleno de vergüenza cerré los ojos. Luego, con el tiempo, me dijo mi padre que me había puesto totalmente rojo. Lo que sí recuerdo es que por mi interior sentí como un suave cosquilleo que recorrió todo mi ser. Que quise decir algo, preguntar algo, incluso quise protestar enérgicamente, pero no pude hacerlo, un grueso nudo se me puso en la garganta. Quedé completamente mudo.