miércoles, 21 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA


Aunque la intervención de la Santa había sido larga, no me cansé al escucharla. Tenía ganas de saber a donde había ido a parar aquel tronco recio y fuerte. Pero había que hacer otras cosas. Por eso, me levanté y me dirigí al confesionario a esperar que llegase algún penitente. Y pensé: entiendo que a la gente le cueste pedir perdón de sus pecados -a mí también me cuesta- pero no entiendo que la gente no se acerque al confesionario. En la oración de aquella mañana había leído este punto: “¡Mira qué entrañas de misericordia tiene la justicia de Dios! -Por que en los juicios humanos, se castiga al que confiesa su culpa; y, en el divino, se perdona. ¡Bendito sea el santo Sacramento de la Penitencia!” (Camino, n. 309)
Y en el confesionario seguí pensando en estas cosas. Y rezando para que la gente se acerque a la confesión, al sacramento del perdón y de la misericordia.
Mientras pensaba en esta cosas, mis ojos se dirigían al centro del retablo, donde majestuosa y sublime se yergue la imagen de Santa Teresa. Y aunque estaba un poco lejos de ella le informé del fondo de su estancia. Sabía que Santa Teresa no había podido contemplar esas hermosas tablas que están a su espalda. Y no había podido contemplar esas tablas, porque mientras estuvieron los carpinteros de Tafalla colocando el altar, ella estaba de lado, inmóvil, tersa. y luego cuando la colocaron donde ahora descansa, lo hicieron de espaldas, lo que no le permitió advertir el trazado de las flores, el colorido de cada una y el tramado que resulta de su conjunto.

PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=Nkayrg55Mss