viernes, 28 de febrero de 2020

28 DE FEBRERO DE 2020






Con vuestra licencia Soberano Señor Sacramentado.

1.- El pasado domingo, primero de Cuaresma, leíamos en todas las Misas, parte del capítulo 4,1-11, del Evangelio de San Mateo en el que se nos ofrece las tentaciones que Jesús sufrió en el desierto, después de ayunar cuarenta días y cuarenta noches..

2.- “Una escena –escribió nuestro Padre- llena de misterio, que el hombre pretende en vano entender –Dios que se somete a la tentación, que deja hacer al Maligno–, pero que puede ser meditada, pidiendo al Señor que nos haga saber la enseñanza que contiene”.(Es Cristo que pasa, 61).

3.- Un año más, hemos meditado y hemos predicado a nuestros fieles sobre este pasaje, por supuesto, sin llegar a entenderlo. Ahora lo volvemos hacer en la segunda meditación de este retiro, al inicio de la Cuaresma, , pidiendo al Señor que nos haga saber un poco más la enseñanza que contiene.

4.- Y lo primero que hacemos es leer una vez más el texto de San Mateo: “Entonces Jesús fue llevado por el Espíritu al desierto para ser tentado por el diablo. 2.Y después de hacer un ayuno de cuarenta días y cuarenta noches, al fin sintió hambre. 3.Y acercándose el tentador, le dijo: «Si eres Hijo de Dios, di que estas piedras se conviertan en panes.» 4.Mas él respondió: «Está escrito: No sólo de pan vive el hombre, sino de toda palabra que sale de la boca de Dios.» 5.Entonces el diablo le lleva consigo a la Ciudad Santa, le pone sobre el alero del Templo, 6.y le dice: «Si eres Hijo de Dios, tírate abajo, porque está escrito: A sus ángeles te encomendará, y en sus manos te llevarán, para que no tropiece tu pie en piedra alguna.» 7.Jesús le dijo: «También está escrito: No tentarás al Señor tu Dios.» 8.Todavía le lleva consigo el diablo a un monte muy alto, le muestra todos los reinos del mundo y su gloria, 9.y le dice: «Todo esto te daré si postrándote me adoras.» 10.Dícele entonces Jesús: «Apártate, Satanás, porque está escrito: Al Señor tu Dios adorarás, y sólo a él darás culto.» 11.Entonces el diablo le deja. Y he aquí que se acercaron unos ángeles y le servían”.

5.- Estamos ante una escena de misterio. Sirvan unas breves ideas para meditar delante del Señor Sacramentado, en este texto y poder sacar provecho para nuestras vidas. Quería Jesús enseñarnos con su ejemplo que nadie debe creerse exento de padecer cualquier prueba. Quería enseñarnos cómo hemos de vencer las tentaciones y cómo podemos sacar provecho de ellas. Y de una u otra forma, recordaríamos que Jesús “se dejó tentar y triunfó en la tentación, para llenarnos de esperanza en nuestra lucha contra el pecado; que Jesús se dejó tentar y venció al tentador en beneficio nuestro; que Jesús se dejó tentar y triunfó para enseñarnos a superar la tentación poniendo los medios: oración, ayuno, vigilancia; como Jesús los puso; y que Jesús fue tentado y venció de los enemigos del alma, concretados en las tres concupiscencias, que son como nos recuerda  la primera Carta del Apóstol  San Juan 2, 16-17: “ concupiscencia de la carne, concupiscencia de los ojos y orgullo de la vida”.

6.- El demonio tienta aprovechando las necesidades y debilidades de la naturaleza humana.

Primera tentación.-

El Señor, después de haber pasado cuarenta días y cuarenta noches ayunando, debe encontrarse muy débil, y siente hambre como cualquier hombre en sus mismas circunstancias. Este es el momento en que se acerca el tentador con la proposición de que convierta las piedras que allí había en el pan que tanto necesita y desea.

Y Jesús "no sólo rechaza el alimento que su cuerpo pedía, sino que aleja de sí una incitación mayor: la de usar del poder divino para remediar, si podemos hablar así, un problema personal ().

 Quería enseñarnos  también como debemos estar particularmente atentos, con nosotros mismos y con aquellos a quienes tenemos una mayor obligación de ayudar, en esos momentos de debilidad, de cansancio, cuando se está pasando una mala temporada, porque el demonio quizá intensifique entonces la tentación para que nuestras vidas tomen otros derroteros ajenos a la voluntad de Dios.

En la segunda tentación,

el diablo lo llevó a la Ciudad Santa y lo puso sobre el pináculo del Templo. Y le dijo: Si eres Hijo de Dios, arrójate abajo. Pues escrito está: Dará órdenes acerca de ti a sus ángeles de que te lleven en sus manos, no sea que tropiece tu pie contra alguna piedra. Y le respondió Jesús: Escrito está también: No tentarás al Señor tu Dios.

Hemos de estar atentos para rechazar, en nuestro orden de cosas, tentaciones parecidas: el deseo de quedar bien, que puede surgir hasta en lo más santo; también debemos estar alerta ante falsas argumentaciones que pretendan basarse en la Sagrada Escritura, y no pedir (mucho menos exigir) pruebas o señales extraordinarias para creer, pues el Señor nos da gracias y testimonios suficientes que nos indican el camino de la fe en medio de nuestra vida ordinaria.

En la última de las tentaciones, el demonio ofrece a Jesús toda la gloria y el poder terreno que un hombre puede ambicionar. Le mostró todos los reinos del mundo y su gloria, y le dijo: -Todas estas cosas te daré si postrándote delante de mí, me adoras. El Señor rechazó definitivamente al tentador.

Tendremos que vigilar, en lucha constante, porque permanece en nosotros la tendencia a desear la gloria humana, a pesar de haberle dicho muchas veces al Señor que no queremos otra gloria que la suya. También a nosotros se dirige Jesús: Adorarás al Señor Dios tuyo; y a Él solo servirás. Y eso es lo que deseamos y pedimos: servir a Dios en la vocación a la que nos ha llamado.

El Señor está siempre a nuestro lado, en cada tentación, y nos dice Confiad: Yo he vencido al mundo2. Y nosotros nos apoyamos en Él, porque, si no lo hiciéramos, poco conseguiríamos solos: Todo lo puedo en Aquel que me conforta3. El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?4.

Podemos prevenir la tentación con la mortificación constante en el trabajo, al vivir la caridad, en la guarda de los sentidos internos y externos. Y junto a la mortificación, la oración: Velad y orad para no caer en la tentación5. También debemos prevenirla huyendo de las ocasiones de pecar, por pequeñas que sean, pues el que ama el peligro perecerá en él6, y teniendo el tiempo bien ocupado, principalmente cumpliendo bien nuestros deberes profesionales, familiares y sociales.

    Para combatir la tentación “habremos de repetir muchas veces y con confianza la petición del padrenuestro: no nos dejes caer en la tentación, concédenos la fuerza de permanecer fuertes en ella. Ya que el mismo Señor pone en nuestros labios tal plegaria, bien estará que la repitamos continuamente.

    “Combatimos la tentación manifestándosela abiertamente al director espiritual, pues el manifestarla es ya casi vencerla. El que revela sus propias tentaciones al director espiritual puede estar seguro de que Dios otorga a éste la gracia necesaria para dirigirle bien”7.

    Contamos siempre con la gracia de Dios para vencer cualquier tentación. “Pero no olvides, amigo mío, que necesitas de armas para vencer en esta batalla espiritual. Y que tus armas han de ser éstas: oración continua; sinceridad y franqueza con tu director espiritual; la Santísima Eucaristía y el Sacramento de la Penitencia; un generoso espíritu de cristiana mortificación que te llevará a huir de las ocasiones y evitar el ocio; la humildad del corazón, y una tierna y filial devoción a la Santísima Virgen.

7.- Y a Jesús, roca de nuestras vidas, le pedíamos fortaleza para no asustarnos de nuestras debilidades ni de las de los demás, de no asustarnos de nuestras tentaciones, para que como El  salir vencedores en ellas. Y de ese modo, sólo a Dios servir con amor entero y firme..

jueves, 27 de febrero de 2020

27 DE FEBRERO DE 2020

El Papa: no sean sacerdotes aislados, vivan en comunión con la gente

  • “Las amarguras en la vida de un sacerdote”, es el tema del discurso del Papa Francisco en la tradicional Liturgia Penitencial de inicio de Cuaresma reservada al clero de la diócesis de Roma, que tuvo lugar este jueves 27 de febrero en la basílica de San Juan de Letrán.
  • Ciudad del Vaticano
  • "Pidamos al Señor la capacidad de dejarnos transformar y ser personas reconciliadas y que reconcilian": es la exhortación del Papa al Clero de Roma en el discurso leído esta mañana por el Cardenal Vicario para la diócesis de Roma, Angelo De Donatis, en nombre del Pontífice, ya que como dio a conocer la Oficina de Prensa de la Santa Sede, el Santo Padre no participó personalmente al encuentro con el Clero debido a una “indisposición leve”. La reflexión del Papa habla de la amargura en la vida de un sacerdote, un “enemigo sutil” que encuentra muchos modos para camuflarse y esconderse y como un parásito roba lentamente la alegría de la vocación.
  • Ponerse en contacto con la propia humanidad
  • El texto analiza el tema de la amargura en torno a la relación con la fe, con el obispo y con los hermanos. El Pontífice inicia evidenciando dos cosas: la primera,  que su reflexión es fruto “de la escucha de algunos seminaristas y sacerdotes de diversas diócesis italianas y no se refiere a una situación específica”. La segunda, “que la mayoría de los sacerdotes están contentos de sus vidas y consideran estas amarguras como parte de la vida normal, sin dramas”.
  • Francisco asegura que mirar “a la cara las propias amarguras y confrontarse con ellas” permite ponerse en contacto con “nuestra humanidad”, y de esta manera recordar que “como sacerdotes no estamos llamados a ser omnipotentes sino hombres pecadores perdonados y enviados”. A continuación, señala las tres causas de la amargura: “problemas con la fe”, “problemas con el obispo”, y “problemas entre sacerdotes”.
  • Problemas con la fe
  • El Santo Padre se remite a pasaje del Evangelio de Lucas sobre el encuentro de Jesús con los discípulos de Emaús y su desilusión por no haberlo reconocido para explicar que la “esperanza decepcionada” está en la “raíz de su amargura”. “La esperanza cristiana en realidad no decepciona y no fracasa”, asegura, al tiempo que señala que “para esperar cristianamente es necesario vivir una vida de oración sustanciosa”.
  • La diferencia entre expectativa y esperanza
  • El Papa afirma que “la expectativa nace cuando pasamos la vida a salvarnos la vida, nos arrebatamos en búsqueda de seguridades, recompensas y avances”. La esperanza, en cambio,  “es algo que  nace en el corazón cuando se decide no defenderse más y se reconoce la importancia de la confianza”.
  • La esperanza se funda sobre una alianza: Dios me ha hablado y me ha prometido el día de mi ordenación que la mía será una vida plena, con la plenitud y el sabor de las Bienaventuranzas; ciertamente difícil - como la de todos los hombres - pero hermosa. Mi vida es gustosa si hago Pascua, no si las cosas van como digo yo.
  • Problemas con el obispo
  • Reconociendo que “todos tenemos faltas en lo pequeño y en lo grande” el Papa afirma que “mucha amargura en la vida del sacerdote viene dada por las omisiones de los Pastores”. Y agrega que el verdadero problema que amarga no son las “divergencias” y tal vez ni siquiera los “errores”, sino dos razones muy serias y desestabilizadoras para los sacerdotes. La primera, una cierta deriva autoritaria suave: no se aceptan a aquellos que piensan diversamente. La parresia es enterrada por el frenesí de imponer proyectos. El culto de las iniciativas está reemplazando lo esencial: una fe, un bautismo, un Dios Padre de todos, advierte el Papa. Y la adhesión a las iniciativas corre el riesgo de convertirse en la vara de medir de la comunión. Pero no siempre coincide con la unanimidad de opinión.
  •  Los sacerdotes deben estar en comunión con el obispo y los obispos en comunión con los sacerdotes: no es un problema de democracia, sino de paternidad.
  • Competencia suplantada por presunta lealtad
  • La segunda y menos habitual razón que desestabiliza a los sacerdotes es la "equidad": que significa “tener en cuenta la opinión de todos y salvaguardar la representatividad del rebaño, sin hacer preferencias”. Y aquí el Papa advierte de la “gran tentación del pastor”: rodearse de los "suyos", de los "cercanos"; y así, desgraciadamente, la verdadera competencia es suplantada por una cierta lealtad presunta, sin distinguir ya entre quien complace y quien aconseja de manera desinteresada. El Papa recuerda entonces el consejo de San Benito:  “La verdadera curación, reside en la equidad, no en la uniformidad”.
  • La tercera causa de amargura: el problema entre sacerdotes  
  • Recordando que el presbítero ha sufrido en los últimos años los golpes de los escándalos, financieros y sexuales Francisco evidencia que la “sospecha ha hecho drásticamente más frías y formales las relaciones; ya no se disfruta de los dones de los demás; por el contrario, parece ser una misión para destruir, minimizar, hacer que la gente sospeche”. El Papa asegura que el “maligno” impulsa a una visión "donatista" de la Iglesia: ¡dentro lo impecable, fuera quien se equivoca!”
  • Tenemos falsas concepciones de la Iglesia militante, en una especie de puritanismo eclesiológico. La esposa de Cristo es y sigue siendo el campo en el que el grano y las luchas crecen hasta la parusía. Los que no han hecho suya esta visión evangélica de la realidad se exponen a una amargura indecible e inútil.
  • El misterio de la comunión
  • Los pecados públicos y publicitados del clero han hecho que todos se muestren más cautelosos y menos dispuestos a forjar vínculos significativos, especialmente en lo que respecta a compartir la fe, agrega el Papa. Y advierte que hay más "comunidad", pero menos comunión. No es una cuestión de soledad: no es un problema sino un aspecto del misterio de la comunión.
  • "El verdadero problema radica en no encontrar tiempo para estar solo. Sin soledad no hay amor gratuito, y los otros se convierten en un sustituto del vacío. En este sentido, como sacerdotes debemos siempre volver a aprender a estar solos "evangélicamente", como Jesús en la noche con el Padre".
  • El drama del aislamiento
  • Francisco precisa que  el aislamiento es algo distinto a la soledad. Un aislamiento no sólo y no tanto exterior sino inherente al alma del sacerdote. Y aquí el Papa indica que se puede estar “aislados con respecto a la gracia” porque rozados por el secularismo  “ya no creemos ni nos sentimos rodeados por los amigos celestiales” y la distancia del poder de la gracia – advierte - produce racionalismo o sentimentalismo pero jamás una carne redimida.
  • No anular lo anterior y darse cuenta del "nosotros"
  • También se puede estar “aislados de la historia”: "todo parece consumirse en el aquí y ahora, sin esperanza en los bienes prometidos y en la futura recompensa. Todo se abre y se cierra con nosotros". Empezamos de cero - precisa el Papa -  porque no sentimos el sabor de pertenecer a un viaje de salvación comunitario".
  • Finalmente, estar aislados de los demás: "el aislamiento de la gracia y de la historia es una de las causas de nuestra incapacidad de establecer relaciones significativas de confianza y de comunión evangélica. Si estoy aislado, mis problemas parecen únicos e insuperables: nadie puede entenderme. Este es uno de los pensamientos favoritos del padre de las mentiras", advierte el Santo Padre.
  • ¡Jamás aislarse! Exhorta el Papa y asegura que "el profundo sentimiento de comunión sólo llega cuando, personalmente, me doy cuenta del 'nosotros' que soy, he sido y seré. De lo contrario, los otros problemas llegan en avalancha: del aislamiento, de una comunidad sin comunión, nace la competencia y ciertamente no la cooperación; surge el deseo de reconocimiento y no la alegría de la santidad compartida; se entra en una relación ya sea para compararse o para apoyarse".

miércoles, 26 de febrero de 2020

26 DE FEBRERO DE 2020

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PAPA FRANCISCO
AUDIENCIA GENERAL
Plaza de San Pedro
Miércoles, 26 de febrero de 2020


Queridos hermanos y hermanas:
Comenzamos hoy la Cuaresma, un camino de cuarenta días hacia la Pascua, hacia el corazón del año litúrgico. En este camino, tenemos presente los cuarenta días que Jesús se retiró al desierto para orar y ayunar, y allí fue tentado por el diablo. Hoy, Miércoles de Ceniza, reflexionamos sobre el significado espiritual del desierto.

Imaginemos que estamos en un desierto: nos alejamos de los ruidos, de todo lo que nos rodea habitualmente y nos envuelve un gran silencio. En el desierto hay ausencia de palabras, y así podemos hacer espacio para que el Señor nos hable al corazón: es el lugar de la Palabra de Dios. En el desierto, también nos alejamos de tantas realidades superfluas que nos rodean, aprendemos a “ayunar”, que es renunciar a las cosas vanas para ir a lo esencial. Por último, el desierto es un lugar de soledad. Allí podemos encontrar y ayudar a tantos hermanos descartados por la sociedad y tantos hermanos solos, que viven en el silencio y la marginalidad.

El camino a través del desierto cuaresmal es un tiempo propicio en nuestra vida para apagar la televisión y abrir la Biblia; para desconectarnos del celular y conectarnos al Evangelio; para renunciar a tanto palabrerío, a tanta crítica inútil para estar más tiempo con el Señor y dejar que transforme nuestro corazón.





martes, 25 de febrero de 2020

25 DE FEBRERO DE 2020


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Miércoles de Ceniza marca el inicio de la Cuaresma, nombre con el que se conoce al período de preparación antes de la Semana Santa. Se trata de un ritual católico y anglicano que también se practica entre los llamados protestantes (luteranos) y bautistas. Para este 2020, la Iglesia Católica ya realizó la quema de palmas y estampas de santos, cuya ceniza será colocada en la frente de todos los católicos.  Si quieres saber cuándo es Miércoles de Ceniza 2020 y en qué día cae, aquí te lo explicamos.  Te recomendamos: Iglesia Católica efectúa quema de palmas para Miércoles de Ceniza 

lunes, 24 de febrero de 2020

24 DE FEBRERO DE 2020



¿QUÉ ES LA CUARESMA?      
Cuaresma es el tiempo litúrgico de conversión, que marca la Iglesia para prepararnos a la gran fiesta de la Pascua. Es tiempo para arrepentirnos de nuestros pecados y de cambiar algo de nosotros para ser mejores y poder vivir más cerca de Cristo.
La Cuaresma dura 40 días; comienza el Miércoles de Ceniza y termina antes de la Misa de la Cena del Señor del Jueves Santo. A lo largo de este tiempo, sobre todo en la liturgia del domingo, hacemos un esfuerzo por recuperar el ritmo y estilo de verdaderos creyentes que debemos vivir como hijos de Dios.
El color litúrgico de este tiempo es el morado que significa luto y penitencia. Es un tiempo de reflexión, de penitencia, de conversión espiritual; tiempo de preparación al misterio pascual.
En la Cuaresma, Cristo nos invita a cambiar de vida. La Iglesia nos invita a vivir la Cuaresma como un camino hacia Jesucristo, escuchando la Palabra de Dios, orando, compartiendo con el prójimo y haciendo obras buenas. Nos invita a vivir una serie de actitudes cristianas que nos ayudan a parecernos más a Jesucristo, ya que por acción de nuestro pecado, nos alejamos más de Dios.
Por ello, la Cuaresma es el tiempo del perdón y de la reconciliación fraterna. Cada día, durante toda la vida, hemos de arrojar de nuestros corazones el odio, el rencor, la envidia, los celos que se oponen a nuestro amor a Dios y a los hermanos. En Cuaresma, aprendemos a conocer y apreciar la Cruz de Jesús. Con esto aprendemos también a tomar nuestra cruz con alegría para alcanzar la gloria de la resurrección.
40 días
La duración de la Cuaresma está basada en el símbolo del número cuarenta en la Biblia. En ésta, se habla de los cuarenta días del diluvio, de los cuarenta años de la marcha del pueblo judío por el desierto, de los cuarenta días de Moisés y de Elías en la montaña, de los cuarenta días que pasó Jesús en el desierto antes de comenzar su vida pública, de los 400 años que duró la estancia de los judíos en Egipto.
En la Biblia, el número cuatro simboliza el universo material, seguido de ceros significa el tiempo de nuestra vida en la tierra, seguido de pruebas y dificultades.
La práctica de la Cuaresma data desde el siglo IV, cuando se da la tendencia a constituirla en tiempo de penitencia y de renovación para toda la Iglesia, con la práctica del ayuno y de la abstinencia. Conservada con bastante vigor, al menos en un principio, en las iglesias de oriente, la práctica penitencial de la Cuaresma ha sido cada vez más aligerada en occidente, pero debe observarse un espíritu penitencial y de conversión.


domingo, 23 de febrero de 2020

23 DE FEBRERO DE 2020






«En nombre de Cristo os pedimos que os reconciliéis con Dios» (2 Co 5,20)

Queridos hermanos y hermanas:

El Señor nos vuelve a conceder este año un tiempo propicio para prepararnos a celebrar con el corazón renovado el gran Misterio de la muerte y resurrección de Jesús, fundamento de la vida cristiana personal y comunitaria.

Debemos volver continuamente a este Misterio, con la mente y con el corazón. De hecho, este Misterio no deja de crecer en nosotros en la medida en que nos dejamos involucrar por su dinamismo espiritual y lo abrazamos, respondiendo de modo libre y generoso.

1.    El Misterio pascual, fundamento de la conversión
La alegría del cristiano brota de la escucha y de la aceptación de la Buena Noticia de la muerte y resurrección de Jesús: el kerygma.


En este se resume el Misterio de un amor «tan real, tan verdadero, tan concreto, que nos ofrece una relación llena de diálogo sincero y fecundo» (Exhort. ap. Christus vivit, 117). Quien cree en este anuncio rechaza la mentira de pensar que somos nosotros quienes damos origen a nuestra vida, mientras que en realidad nace del amor de Dios Padre, de su voluntad de dar la vida en abundancia (cf. Jn 10,10). En cambio, si preferimos escuchar la voz persuasiva del «padre de la mentira» (cf. Jn 8,45) corremos el riesgo de hundirnos en el abismo del sinsentido, experimentando el infierno ya aquí en la tierra, como lamentablemente nos testimonian muchos hechos dramáticos de la experiencia humana personal y colectiva.
Por eso, en esta Cuaresma 2020 quisiera dirigir a todos y cada uno de los cristianos lo que ya escribí a los jóvenes en la Exhortación apostólica Christus vivit: «Mira los brazos abiertos de Cristo crucificado, déjate salvar una y otra vez. Y cuando te acerques a confesar tus pecados, cree firmemente en su misericordia que te libera de la culpa. Contempla su sangre derramada con tanto cariño y déjate purificar por ella. Así podrás renacer, una y otra vez» (n. 123). La Pascua de Jesús no es un acontecimiento del pasado: por el poder del Espíritu Santo es siempre actual y nos permite mirar y tocar con fe la carne de Cristo en tantas personas que sufren.


2.    Urgencia de conversión
Es saludable contemplar más a fondo el Misterio pascual, por el que hemos recibido la misericordia de Dios. La experiencia de la misericordia, efectivamente, es posible sólo en un «cara a cara» con el Señor crucificado y resucitado «que me amó y se entregó por mí» (Ga 2,20). Un diálogo de corazón a corazón, de amigo a amigo. Por eso la oración es tan importante en el tiempo cuaresmal. Más que un deber, nos muestra la necesidad de corresponder al amor de Dios, que siempre nos precede y nos sostiene.

De hecho, el cristiano reza con la conciencia de ser amado sin merecerlo. La oración puede asumir formas distintas, pero lo que verdaderamente cuenta a los ojos de Dios es que penetre dentro de nosotros, hasta llegar a tocar la dureza de nuestro corazón, para convertirlo cada vez más al Señor y a su voluntad.
Así pues, en este tiempo favorable, dejémonos guiar como Israel en el desierto (cf. Os 2,16), a fin de poder escuchar finalmente la voz de nuestro Esposo, para que resuene en nosotros con mayor profundidad y disponibilidad. Cuanto más nos dejemos fascinar por su Palabra, más lograremos experimentar su misericordia gratuita hacia nosotros. No dejemos pasar en vano este tiempo de gracia, con la ilusión presuntuosa de que somos nosotros los que decidimos el tiempo y el modo de nuestra conversión a Él.

3.    La apasionada voluntad de Dios de dialogar con sus hijos
El hecho de que el Señor nos ofrezca una vez más un tiempo favorable para nuestra conversión nunca debemos darlo por supuesto. Esta nueva oportunidad debería suscitar en nosotros un sentido de reconocimiento y sacudir nuestra modorra. A pesar de la presencia —a veces dramática— del mal en nuestra vida, al igual que en la vida de la Iglesia y del mundo, este espacio que se nos ofrece para un cambio de rumbo manifiesta la voluntad tenaz de Dios de no interrumpir el diálogo de salvación con nosotros. En Jesús crucificado, a quien «Dios hizo pecado en favor nuestro» (2 Co 5,21), ha llegado esta voluntad hasta el punto de hacer recaer sobre su Hijo todos nuestros pecados, hasta «poner a Dios contra Dios», como dijo el papa Benedicto XVI (Enc. Deus caritas est, 12). En efecto, Dios ama también a sus enemigos (cf. Mt 5,43-48).

El diálogo que Dios quiere entablar con todo hombre, mediante el Misterio pascual de su Hijo, no es como el que se atribuye a los atenienses, los cuales «no se ocupaban en otra cosa que en decir o en oír la última novedad» (Hch 17,21). Este tipo de charlatanería, dictado por una curiosidad vacía y superficial, caracteriza la mundanidad de todos los tiempos, y en nuestros días puede insinuarse también en un uso engañoso de los medios de comunicación.

4.    Una riqueza para compartir, no para acumular sólo para sí mismo
Poner el Misterio pascual en el centro de la vida significa sentir compasión por las llagas de Cristo crucificado presentes en las numerosas víctimas inocentes de las guerras, de los abusos contra la vida tanto del no nacido como del anciano, de las múltiples formas de violencia, de los desastres medioambientales, de la distribución injusta de los bienes de la tierra, de la trata de personas en todas sus formas y de la sed desenfrenada de ganancias, que es una forma de idolatría.
Hoy sigue siendo importante recordar a los hombres y mujeres de buena voluntad que deben compartir sus bienes con los más necesitados mediante la limosna, como forma de participación personal en la construcción de un mundo más justo. Compartir con caridad hace al hombre más humano, mientras que acumular conlleva el riesgo de que se embrutezca, ya que se cierra en su propio egoísmo. Podemos y debemos ir incluso más allá, considerando las dimensiones estructurales de la economía. Por este motivo, en la Cuaresma de 2020, del 26 al 28 de marzo, he convocado en Asís a los jóvenes economistas, empresarios y change-makers, con el objetivo de contribuir a

diseñar una economía más justa e inclusiva que la actual. Como ha repetido muchas veces el magisterio de la Iglesia, la política es una forma eminente de caridad (cf. PÍO XI, Discurso a la FUCI, 18 diciembre 1927). También lo será el ocuparse de la economía con este mismo espíritu evangélico, que es el espíritu de las Bienaventuranzas.
Invoco la intercesión de la Bienaventurada Virgen María sobre la próxima Cuaresma, para que escuchemos el llamado a dejarnos reconciliar con Dios, fijemos la mirada del corazón en el Misterio pascual y nos convirtamos a un diálogo abierto y sincero con el Señor. De este modo podremos ser lo que Cristo dice de sus discípulos: sal de la tierra y luz del mundo (cf. Mt 5,13-14).


Francisco
Roma, junto a San Juan de Letrán, 7 de octubre de 2019
Memoria de Nuestra Señora, la Virgen del Rosario



sábado, 22 de febrero de 2020

22 DE FEBRERO DE 2020



Vicente del Bosque transmite a  los jóvenes del club Tempero los valores del deporte

El exseleccionador impartió una charla bajo el título 'Lo que de verdad importa' y animó a los jóvenes a ser «responsables y leales».

viernes, 21 de febrero de 2020


21 DE FEBRERO DE 2020

Opus Dei - Cátedra de San Pedro

https://www.youtube.com/watch?v=EsusZr2QnfU

Cátedra de San Pedro

A través de dos mil años de historia, en la Iglesia se conserva la sucesión apostólica. Y, entre los Apóstoles, el mismo Cristo hizo objeto a Simón de una elección especial: Tú eres Pedro y sobre esta piedra edificaré mi Iglesia. Pedro se traslada a Roma y fija allí la sede del primado, del Vicario de Cristo.

jueves, 20 de febrero de 2020

20 DE FEBRERO DE 2020

Opus Dei - Selección de textos del prelado, entre 2017 y 2019

https://www.youtube.com/watch?v=GeOjRbcYBLw

Selección de textos del prelado, entre 2017 y 2019

Se han reunido en un libro electrónico algunas intervenciones del prelado publicadas en distintos medios de comunicación, así como una selección de homilías y artículos de prensa.

miércoles, 19 de febrero de 2020

19 DE FEBRERO DE 2020




Beato Álvaro de Córdoba


Álvaro de Córdoba, el beato, nació a mediados del siglo XIV, en Zamora (1360?) y murió en Córdoba el año 1430. Perteneció a la noble familia Cardona. Entró en el convento dominico de S. Pedro en Córdoba, en el año 1368. Fue un famoso y ardiente predicador, y con su ejemplo y sus obras, contribuyó a la reforma de la Orden, iniciada por el Beato Raimundo de Capua y sus discípulos. Después de volver de una peregrinación a Tierra Santa, quedó impactado en el corazón por el doloroso Camino del Calvario, recorrido por nuestro Salvador. Deseoso de vivir una existencia en soledad y perfección, donde poder templar el espíritu para un apostolado más provechoso, con el favor del rey D. Juan II de Castilla, del que era su confesor, pudo fundar a tres millas de Córdoba el famoso y observante convento de Sto. Domingo Escalaceli (Escalera del Cielo), donde había varios oratorios que reproducían la “vía dolorosa”, por él venerada en Jerusalén. Esta sagrada representación fue imitada en otros conventos, dando origen a la devoción tan bella del “Vía Crucis”, apreciadísima en la piedad cristiana. De noche, se retiraba a una gruta distante del convento donde, a imitación de su Sto. Padre Domingo, oraba y se flagelaba. Con el tiempo, ésta se convirtió en meta de peregrinaciones para los fieles. Poseía el don de profecía y obró milagros. Murió el 19 de febrero y fue sepultado en su convento. El Papa Benedicto XIV, aprobó su culto el 22 de septiembre de 1741.

Pasa primero su vida entre el claustro y la docencia en la Universidad de Salamanca. En los albores del siglo XV deja la cátedra para recorrer los senderos de España, Provenza, Saboya e Italia, vibrante de inquietud y con dinamismo paulino, aguijoneado por la urgencia del apostolado. Los tiempos son difíciles, malos; pasó la peste negra asolando Europa y dejando los conventos vacíos que luego intentaron llenarse con gente no preparada con lo que decayó la tensión religiosa. La corrupción de costumbres es un hecho generalizado; los pastores sestean. Hay, con ínfulas de legitimidad, tres tiaras; unos obedecen como legítimo al papa de Avignón, otros al de Roma y otros al que está en Pisa. A Álvaro le duele el alma; predica, observa, reza y hace penitencia por la unidad tan deseada.

A su vuelta a España, lo nombran confesor de la reina Catalina de Lancáster y de su hijo Juan II. Pero Álvaro deja pronto la corte porque anhela la reforma dominicana. Ya obtiene los permisos para establecer conventos reformados en los reinos de España; Martín V lo hace prior de todos los conventos dominicos reformados en España; funda Escalaceli a siete kilómetros de Córdoba, primero de los reformados de la Orden dominicana que muy pronto se extenderá con Portaceli en Sevilla. Enamorado de la Pasión de Cristo -la que le llevó a Tierra Santa- planta pasos que recuerdan la Pasión de Jesús en la sierra de Córdoba desde Getsemaní hasta la cruz del Gólgota; piadosamente reza, medita y recorre una y otra vez los distintos momentos o pasos o estaciones del itinerario doloroso del Señor. Era para Álvaro y sus religiosos la “Vía dolorosa”... Luego, el holandés Adricomio y el P. Daza darán la forma y fijarán en catorce las estaciones al primer Via Crucis que Leonardo de Porto Mauricio popularizará más adelante también en Italia, importándolo de España.

Escalaceli es centro de peregrinaciones de las gentes que, cada vez desde sitios más distantes, pasan noches en vela, rezan, lloran sus pecados, piden perdón, expían y luego cantan. De ella recibió buen influjo y enseñanza la devoción del pueblo andaluz por sus Macarenas, sus Cristos crucificados y sus «pasos» de Semana Santa. Sí, aquello abrió tan profundo surco en la cristiana alma andaluza como las heridas que hicieron en la madera las gubias de Martínez Montañés, Juan de Mesa y Cristóbal de Mora
.


martes, 18 de febrero de 2020

18 DE FEBRERO DE 2020



«Sentirse hijo de Dios es la clave de la felicidad del cristiano»
El vicario del Opus Dei en España, Ignacio Barrera, ha bendecido la nueva imagen de san Josemaría Escrivá que desde hoy está expuesta a la veneración de los fieles en la Colegiata de Santa María de Gandía. La ceremonia ha tenido lugar durante la misa dominical, a la que asistieron numerosos vecinos de Gandía y de poblaciones cercanas.
La imagen, obra del pintor valenciano José Manuel Pozo, representa al fundador del Opus Dei arrodillado en una de las capillas de la Colegiata, junto al altar del Cristo crucificado. Lleva inscrita una frase del Salmo 2: “Filius meus es tu”, tu eres mi hijo, que responde a una vivencia espiritual clave en el carisma del fundador del Opus Dei y en su predicación: el sentido de la filiación divina que debe impregnar la vida de todos los bautizados.
En su homilía, don Ignacio Barrera recordó que “saberse amado por toda la fuerza divina hace que vivamos felices y abandonados con confianza en las manos de nuestro Padre Dios. Como con tanta insistencia nos enseñó san Josemaría, sentirse hijos de Dios es la clave para entender nuestra relación con Él: un Padre que nos quiere con locura. Por eso podemos convertir todos los avatares de la vida ordinaria en ocasión de encuentro con Dios, y ahí es donde nos santificamos”.

La imagen, obra del pintor valenciano José Manuel Pozo, representa al fundador del Opus Dei arrodillado en una de las capillas de la Colegiata
Al término de la ceremonia se impartió la bendición con la reliquia del santo, y se procedió a su veneración en un ambiente de piedad y alegría.

lunes, 17 de febrero de 2020

17 DE FEBRERO DE 2020

https://www.youtube.com/watch?v=ntwncXj8DTE

“La Iglesia en España está viva” dice el Obispo de Córdoba

Arranca en Madrid el Congreso de Laicos 2020 que se desarrollará desde hoy hasta el 16 de febrero y para el que está prevista la participación de 2.000 personas, 80% laicos y 20% sacerdotes y consagrados.
Mireia Bonilla – Ciudad del Vaticano
Durante 3 días la capital de España acogerá el Congreso de Laicos 2020 que tiene por objetivo suscitar y alimentar una toma de conciencia por parte de los laicos sobre la propia identidad cristiana y misionera. Bajo el título “Pueblo de Dios en salida”, la Comisión Episcopal para el Apostolado Seglar de la Conferencia Episcopal Española ha organizado este congreso llamando a la participación a todas las Diócesis de España, Congregaciones, Movimientos, Comunidades y Asociaciones de laicos.  

Aumentar la conciencia del papel de los laicos en la Iglesia

"La Iglesia está viva en España” ha afirmado Monseñor Demetrio Fernández, obispo de Córdoba asegurando además que este Congreso – que representa una invitación a reflexionar sobre la vida que nos rodea, sobre los desafíos y las esperanzas de hoy – “surge del deseo de que los laicos adquieran una mayor conciencia de su propia identidad, para hacerlos protagonistas en la vida de la Iglesia y en la obra de evangelización”.

El congreso concluye el Plan Pastotal 2016-2020

Este congreso además es el broche final del Plan Pastoral que ha seguido la CEE entre los años 2016-2020 y que bajo el título “Iglesia en misión al servicio de nuestro pueblo” ha intentado responder a la llamada a la conversión misionera del Papa Francisco. Con este Congreso, por tanto, se concluye la reflexión en torno al laicado – parte fundamental del Pueblo de Dios – y a su papel en la Iglesia y en el mundo, para dar inicio a la puesta en práctica en cada una de las diócesis y movimientos laicales del país.

Necesaria formación para impregnar la alegría del Evangelio

"Identificados con Cristo a través del bautismo y otros sacramentos, los laicos viven en el mundo, en la familia, en el trabajo, en la cultura, en la vida pública, y es aquí donde se santifican a sí mismos y a su entorno", expresa el Obispo de Córdoba. Sin embargo, para establecer un diálogo constructivo con todas las personas y grupos de nuestra sociedad, especialmente con los más pobres de la tierra, para mostrarles "el rostro más amable de la Iglesia" - puntualiza Monseñor Fernández - "es necesario formarse, conocer el Evangelio vivido y meditado, que impregna cada fibra de nuestro ser y nuestra sociedad". "La Iglesia es una casa abierta, como el corazón de Dios, como el corazón de Cristo, que quiere distribuir el bálsamo del amor, la hospitalidad, el perdón a todos, proclamando la verdad de Dios y la verdad del hombre para salvarnos. de nuestra esclavitud" concluye.