ASALTAR SAGRARIOS
POR LA CALLE
Perdí la cinco. La tres llegó enseguida. En “un
plisplás” nos pusimos en el Centro de Pamplona. Las paradas estaban sin gente. Me bajé en la
cuesta Labrit, junto al Teatro Gayarre.
Y comencé a andar. Crucé Carlos III, bajé
bajo los arcos de la Diputación, seguí Paseo Valencia adelante, hasta llegar al
Hotel de los Tres Reyes. Un poco más y cruzaba el Parque Antoniute. A las dos y
diez estaba llegando al número 13 de la Calle Barañain.
Lucía un sol espléndido. Mucha gente por la
calle. Jóvenes y mayores, niños y ancianos. Muchas caras pero todas
desconocidas. Con nadie puede conversar. Ni siquiera dirigir una palabra. En
varias ocasiones, oía que alguien habla. Pero no era conmigo. Lo hacía con
gente lejana, a través de su móvil.
Más no perdí el tiempo. Lo aproveché para
decir jaculatorias y hacer algún acto de desagravio. Y de vez en cuando “asaltar
algún Sagrario”.
Me vino a la cabeza aquel punto de camino: “Niño: no pierdas tu amorosa costumbre de
"asaltar" Sagrarios”. Camino,
876.
Y aquel otro: “No seas tan ciego o
tan atolondrado que dejes de meterte dentro de cada Sagrario cuando divises los
muros o torres de las casas del Señor. —El te espera. No seas tan ciego o tan
atolondrado que dejes de rezar a María Inmaculada una jaculatoria siquiera cuando
pases junto a los lugares donde sabes que se ofende a Cristo. Camino 269.
La vuelta a casa fue más
lenta, más pesada. Pero dejémoslo aquí. Por hoy, basta.
PARA ESCUCHAR