VIERNES
SAN JUAN 6, 52-59 CON UN SOLO CLIC: http://www.adelante-juego.com/
Los judíos se pusieron a discutir entre ellos: ¿Cómo puede éste
darnos a comer su carne?
Jesús les dijo:
—En verdad, en verdad os digo que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros. El que come mi carne y bebe mi sangre tiene vida eterna y yo le resucitaré en el último día. Porque mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre permanece en mí y yo en él. Igual que el Padre que me envió vive y yo vivo por el Padre, así, aquel que me come vivirá por mí. Éste es el pan que ha bajo del cielo, no como el que comieron los padres y murieron: quien come este pan vivirá eter-namente.
Estas cosas dijo en la Sinagoga, enseñando en Cafarnaún.
Disputaban los judíos entre sí, cómo podías Tú, Señor, darles a comer tu carne. La cuestión no era pequeña ni de poca importancia. Tú habías dicho que el que comiera tu carne tendría vida. Y no lo podían entender. Y disputaban entre sí.
Tú, Señor, les habías dicho: “Os aseguro, que si no coméis la carne del Hijo del Hombre y no bebéis su sangre, no tendréis vida en vosotros”. Estaba clara la cuestión. Lo habías dicho con rotundidad. ¿Pero cómo era posible eso? Los judíos disputaban.
Y dijiste más: El que come mi carne y bebe mi sangre, tiene vida eterna, y yo lo resucitaré en el último día. Insistías, Señor, en la necesidad de comer tu carne y beber tu sangre. Y esto, como condición de vida eterna, de resurrección final.
Y aún más: Mi carne es verdadera comida y mi sangre es verdadera bebida. El que come mi carne y bebe mi sangre, habita en Mí y Yo en él. Es verdadera comida y verdadera bebida y la promesa es también verdadera.
Y añadiste: El Padre que vive me ha enviado y yo vivo por el Padre; del mismo modo, el que me come, vivirá por Mí. Este es el pan que ha bajado del cielo: no como el de vuestros padres, que lo comieron y murieron: el que come de este pan vivirá para siempre. No te entendían y volvías a repetirlo.
Dijiste esto, Señor, en la Sinagoga, en Cafarnaún. Se enteró mucha gente importante y sabia. Es decir, no fue una conversación de pasada, sino una enseñanza pública.