miércoles, 20 de octubre de 2010

VIGÉSIMA NOVENA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN LUCAS 12, 49-53

CON UN SOLO GLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=B_FVMHnwBoA

»Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡cómo me siento urgido hasta que se lleve a cabo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división. Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres, se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Aquel día, Señor, estabas especialmente contento. Tu rostro brillaba de forma especial. Tus ojos miraban con mirada profunda. Andabas más ligero que otros días. El manto te caía hasta el suelo con mayor elegancia que en otras jornadas. Hasta el viento era suave y ligero, la luz solar envolvía entre sus rayos las cosas.

Llegaste al lugar donde estábamos todos. Se hizo silencio. Nos sentamos. Los Apóstoles y nosotros, que allí estábamos todos. Tú, Señor, te pusiste de pie y comenzaste a decir: Fuego he venido a traer a la tierra.... y nos propusiste todo un programa de vida, tu propio programa.

Y lo hiciste todo de un tirón. El silencio se palpaba. Las miradas estaban todas dirigidas a Ti. Los ojos bien abiertos, tus palabras golpeaban nuestras almas. Las oímos con expectación y tremendamente emocionados. No entendimos todo. Ahora las vamos a leer de nuevo:

»Fuego he venido a traer a la tierra, y ¿qué quiero sino que ya arda? Tengo que ser bautizado con un bautismo, y ¡cómo me siento urgido hasta que se lleve a cabo! ¿Pensáis que he venido a traer paz a la tierra? No, os digo, sino división. Pues desde ahora, habrá cinco en una casa divididos: tres contra dos y dos contra tres, se dividirán el padre contra el hijo y el hijo contra el padre, la madre contra la hija y la hija contra la madre, la suegra contra la nuera y la nuera contra la suegra.

Nadie se atrevió a preguntarte nada. Ni siquiera Pedro. Nosotros ahora te preguntamos por la última parte: lo del entrenamiento.

Tú sabías que Dios te había constituido signo de contradicción y que esta contradicción afectaría asimismo a sus discípulos. ¡Ya lo creo que afectó! Y afecta y afectará siempre. ¡Misterios de la fe! ¡Misterios!