jueves, 1 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

JOSÉ MARÍA CALVO
DE LAS FUENTES



¡¡¡ ATENCIÓN !!!


Con el año 2015, comienzo una nueva sesión. Se trata de ofrecer viejos escritos pertenecientes a distintos tiempos y redactados por diversos motivos. Algunos son breves, otros más largos. Todos, según mi criterio, de interés.

Peregrinación diocesana de Pamplona a Tierra Santa

(Día 17 de septiembre de 2005)

AEREOPUERTO
En el aeropuerto de Noain se percibía un cierto nerviosismo. Cerca de 200 navarros, con el pañuelico rojo atado al cuello, nos disponíamos a viajar a Tierra Santa. Empujados por un fuerte viento subimos por la escalerilla portátil al Avión. Cuatro horas después, llegábamos a Tel Aviv, conocida como “la colina de la primavera”. Desde el Hotel pudimos admirar las aguas del Mediterráneo. Fue una noche de sueños y de ruidos. Era sábado. Dormimos muy poco.

Al día siguiente, de par de mañana, exultantes y animosos, fuimos llegando al comedor. La gente todavía no hablaba demasiado. Enseguida corrió la noticia: “ha muerto Benigna, la madre de Don Santos”. Don Santos iba como guía-responsable de esta peregrinación diocesana. Nos unimos a su dolor y al de sus tres familiares que viajaban con nosotros. Los cuatro regresaron a Pamplona en el primer vuelo.

CESAREA DEL MAR
Con espíritu jovial, pero roto el corazón, iniciamos el programa establecido. Visitamos Cesárea del Mar, una de las ciudades, en otros tiempos, más bellas y magníficas; evangelizada por el diácono Felipe y foco floreciente del cristianismo. Más tarde, contemplamos la bella ciudad de Haifa, el centro de los bajais con sus jardines de estilo persa, San Juan de Acre, lugar lleno de historia y de evocadoras ruinas, para llegar, poco después, al Monte Carmelo, en hebreo: Karm-El, “la viña de Dios”, donde celebramos fervorosos la primera Eucaristía.

Intensas e importantes han sido las emociones vividas por todos en esta peregrinación. Señalaré dos puntos geográficos que golpearon mi alma de modo particular: el primero, el Mar de Galilea, en hebreo Kinneret, (por tener la  forma de un arpa), precioso lago de aguas apacibles y tranquilas; y el segundo, la vista panorámica de la Ciudad de Jerusalém, que tras cantar “Que alegría cuando me dijeron: vamos a la casa del Señor, ya están pisando nuestros  pies tu umbrales Jerusalém”, apareció ante nuestros ojos como un mar de piedras, con sus murallas altas y almenadas, con sus torres y troneras: Desde el Monte Scopus, pudimos contemplar el Torrente Cedrón, la Mezquita  de Omar, la explanada del Templo, la Puerta Dorada, la Puerta de San Esteban y al fondo el Cenáculo, la Basílica del Santo Sepulcro.

LA ESTRELLA DE BELEN
Y dos lugares fueron, de entre tantos, los que removieron mi espíritu: uno, la Basílica de Belén, en hebreo “casa del pan”, donde hace más de 2000 años nació el Verbo de Dios, señalado ahora con una brillante estrella, regalo de los Reyes de España y la sencillez de un pequeño pesebre; el otro, el Santo Sepulcro, el lugar, sin duda, más importante para los cristianos de todos los tiempos. Sobre él depositamos nuestros sentidos besos y renovamos nuestra fe en Cristo resucitado, a la vez que cantábamos con fuerza distintos aleluyas queriendo rubricar con nuestras voces aquellos momentos llenos de gran emoción y de esperanza.

Numerosas han sido las imágenes traemos impresas en nuestros ojos y también en nuestro corazón: la Basílica de la Anunciación; Nazaret, en arameo “torre de vigía”; la Iglesia de San José, la fuente de María; Ein Karem, el pueblo de Isabel; Cafarnaún, “aldea de Nahum”,  su sinagoga; la casa de Pedro, el Monte Tabor y el de las Bienaventuranzas, la tierra de Samaria, con sus suaves colinas cubiertas de olivos; Jericó, el Huerto de Getsemaní, “prensa de aceite”, el Muro de las Lamentaciones; la Vía Dolorosa, las Sinagogas, el barrio viejo de Jerusalém, sus rabinos, sus niños y las innumerables tiendas siempre abiertas.

HUERTO DE LOS OLIVOS
Actos verdaderamente entrañables de esta peregrinación fueron, la renovación de las promesas del Bautismo en el Jordán, que hicimos todos, recordando el Bautismo de Jesús; la renovación del sacramento del matrimonio y bendición de los casados, en Caná de Galilea, que realizaron los esposos; la renovación de los votos de obediencia, castidad y pobreza y del voto especial de fidelidad absoluta al Sumo Pontífice que hizo Susana Palacios; la renovación de las promesas sacerdotales en el Cenáculo que hicimos los sacerdotes; el rezo del Magnifica en la Iglesia de la Visitación, cuyo texto aparecía en 41 letreros en distintos idiomas; el rezo de la Salve en lengua latina,  del Benedictus que en otro tiempo entonara Zacarías, el Padre Nuestro, grabado en mas de 70 lenguas.

Y conmovedoras fue también las lecturas y reflexiones de algunos textos evangélicos, tales como: la promesa del Primado de Pedro, la multiplicación de los panes y los peces, la curación del paralítico en la piscina de Betesda, el discurso del pan de vida en la Sinagoga de Cafarnaún, el relato de Jesús caminando sobre las aguas del Mar de Tiberíades, la parábola del Buen Samaritano, etc.

MAR MUERTO
Y después de tantas emociones y vivencias religiosas, aún pudimos admirar la riqueza de la Mezquita de Omar, la obra inexplicable de Masada, la singularidad de las aguas del Mar Muerto, las cuevas del Qumrán, los campamentos de los beduinos, los frescos naranjales, los eternos olivares, los blandos campos de algodón, los edificios de piedra blanca en los lugares más altos.

El conocimiento de la tierra de Jesús nos ayudará a cuantos hemos tenido la suerte de realizar esta peregrinación, a conocer mejor al propio Jesús y su doctrina y, lo que es más importante, nos ayudará a tratarle con más frecuencia y más amor. Cuando, en la tarde del 24 de septiembre, pisábamos el Aeropuerto de Noain, todos decíamos lo mismo: ¡¡¡Hay que volver a Tierra Santa!!!


José María Calvo de las Fuentes

PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=766EuVOTzp0