martes, 1 de febrero de 2011

CUARTA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN MARCOS 6, 1-6


CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ZDuROQTuLlQ


Salió de allí y se fue a su ciudad, y le seguían sus discípulos. Y cuando llegó el sábado, comenzó a enseñar en la Sinagoga, y muchos de los que le oían decían admirados:
—¿De dónde sabe éste estas cosas? ¿Y qué sabiduría es la que se le ha dado y estos milagros que se hacen por sus manos? ¿No es éste el artesano, el hijo de María, y hermano de Santiago y de José y de Judas y de Simón? ¿Y sus hermanas no viven aquí entre nosotros?
Y se escandalizaban de él. Y les decía Jesús:
—No hay profeta menospreciado sino en su propia tierra, entre sus parientes y en su casa.
Y no podía hacer allí ningún milagro; solamente sanó a unos pocos enfermos imponiéndoles las manos. Y se asombraba por causa de la incredulidad.

Una vez más, volviste a tu tierra. Te acompañaban tus discípulos. Al acercarte a tu ciudad, tu corazón palpitaría más deprisa. Allí estaba todavía la higuera del vecino Jonás; y los tapiales de las casas tan conocidos por Ti. Y al pasar por la vivienda de Samuel verías la puerta que Tú habías colocado; y las ventanas en la casa de tus primos. Y el agua de la fuente notaría tu visita y el arroyuelo cantaría elegante a tu paso. Y recordarías tantos y tantos detalles. Pero, sobre todo, te emocionaría saludar de nuevo a tu Madre y a “los tuyos”. ¡Cuántos recuerdos apiñados para Ti!

Y llegado el sábado, fuiste a la Sinagoga. Y te pusiste a enseñar. Había acudido mucha gente —multitud dicen otros— y la muchedumbre se preguntaba asombrada: ¿De dónde saca todo eso? ¿Qué sabiduría es esa que le han enseñado? ¿Y esos milagros de sus manos? ¿No es éste el carpintero, el hijo de María, hermano de Santiago y José y Judas y Simón? Y sus hermanas, ¿no viven con nosotros aquí? En realidad, Señor, tenían razones para estar asombrados. ¡Te habían visto tantas veces, tranquilo, sereno, silencioso, callado! ¡Y ahora, así de repente, mostrabas grandiosa doctrina, hacías tantos milagros, tenías tanta autoridad! Pero Tú bien sabías que no tenían razón.

Y así, sin razón, aunque con razones, comenzaron, Señor, a desconfiar de Ti. Y comenzaron a buscar explicaciones a tus palabras. Y a tus hechos y a tu doctrina. Al no encontrarlas, optaron por el camino más fácil, pero también más absurdo: la desconfianza; la negación; la duda, la sospecha, el vete a saber...

Y Tú, Señor, ¡cómo no! ante tales hechos, te molestaste. Y no sé si en público o ante grupo más reducido de personas, comenzaste a decir que estaba ocurriendo lo de siempre: no desprecian a un profeta más que en su pueblo, entre sus parientes, en su tierra, en su casa.

Y no pudiste —o no quisiste— hacer allí, en tu pueblo, ningún milagro. Sólo curaste a algunos enfermos —qué culpa tenían ellos—, imponiéndoles las manos. Y te disgustaste por la falta de fe de tus paisanos. Y te fuiste pronto hacia otros pueblos de alrededor y predicabas y enseñabas y curabas y amabas.

Señor, que pasas cerca de mi casa, que estás en mi casa. Que sepa reconocerte aunque vengas envuelto en ropas de artesano; que sepa escucharte, aunque no hables el lenguaje de los sabios; que sepa seguirte, aunque camines a paso largo y ligero; que sepa, Señor, abandonarme en Ti, esperar en ti, descansar en Ti; que te ame siempre aunque seas de mi pueblo, de mi raza, de mi tierra, de mi casa.

CUANTAS VECES SIENDO NIÑO.....
http://www.youtube.com/watch?v=3aZgCbCgQ0E