martes, 20 de enero de 2015

VIEJOS ESCRITOS

Y ME HABLÓ LA MADERA




A continuación, uno de los mayores se puso delante de la carroza y con una vara delgada que terminaba en punta golpeaba el morro de los bueyes que, “tisando” hacia atrás, sin dificultad ninguna colocaron la carreta junto a mi cuerpo. El otro mayor y uno de los jóvenes subieron a la carreta con gran agilidad. Los de abajo les lanzaron las puntas de las maromas con las que yo estaba atada. Y con precisión y maestría comenzaron a tirar fuerte. Mientras, los de abajo colocaban pequeños troncos en el suelo formando con ellos una especie de rodillo, por el que con cierta facilidad y arte me fueron subiendo hasta el interior de la carreta. Ya arriba, me volvieron atar con más fuerza que antes, de suerte que casi ni podía moverme. O por mejor decir, ni tan casi, no podía moverme en absoluto. Era imposible girar mi talle a ningún lado.
Realizada esta sencilla operación, los cuatro hombres se felicitaron entre sí. Y para celebrar la labor realizada sacaron una vieja bota de vino de la que echaron a sendos tragos acompañados de sonoras risas y muecas extrañas. Poco después, el que llevaba en la mano la vara que terminaba en punta pinchó en la parte trasera de uno de los bueyes y estos comenzaron a tirar con fuerza y aplomo.
Al principio les costó un poco salir de aquel lugar lleno de forrajes y de malezas. Poco después metidos ya en el camino normal, la carroza avanzaba con un ritmo más acompasado y seguro. Los dos hombres mayores caminaban delante de los bueyes. Los jóvenes detrás de la carreta. Los mayores hablaban de robles y de hayas, de encinas y de avellanos. Los de atrás de las próximas fiestas, ya cercanas, del pueblo vecino y del partido de fútbol del domingo”.
PARA ESCUCHAR
https://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY