Y ME HABLÓ LA MADERA
A continuación, uno de los mayores se puso
delante de la carroza y con una vara delgada que terminaba en punta golpeaba el
morro de los bueyes que, “tisando” hacia atrás, sin dificultad ninguna
colocaron la carreta junto a mi cuerpo. El otro mayor y uno de los jóvenes
subieron a la carreta con gran agilidad. Los de abajo les lanzaron las puntas
de las maromas con las que yo estaba atada. Y con precisión y maestría comenzaron
a tirar fuerte. Mientras, los de abajo colocaban pequeños troncos en el suelo
formando con ellos una especie de rodillo, por el que con cierta facilidad y
arte me fueron subiendo hasta el interior de la carreta. Ya arriba, me
volvieron atar con más fuerza que antes, de suerte que casi ni podía moverme. O
por mejor decir, ni tan casi, no podía moverme en absoluto. Era imposible girar
mi talle a ningún lado.
https://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY
Realizada esta sencilla operación, los
cuatro hombres se felicitaron entre sí. Y para celebrar la labor realizada
sacaron una vieja bota de vino de la que echaron a sendos tragos acompañados de
sonoras risas y muecas extrañas. Poco después, el que llevaba en la mano la vara
que terminaba en punta pinchó en la parte trasera de uno de los bueyes y estos
comenzaron a tirar con fuerza y aplomo.
Al principio les costó un poco salir de
aquel lugar lleno de forrajes y de malezas. Poco después metidos ya en el camino
normal, la carroza avanzaba con un ritmo más acompasado y seguro. Los dos
hombres mayores caminaban delante de los bueyes. Los jóvenes detrás de la carreta. Los mayores
hablaban de robles y de hayas, de encinas y de avellanos. Los de atrás de las
próximas fiestas, ya cercanas, del pueblo vecino y del partido de fútbol del domingo”.
PARA ESCUCHARhttps://www.youtube.com/watch?v=VTge3xXr8YY