jueves, 22 de mayo de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

PERMANECED EN MI AMOR


Permaneced en mi amor significa, pues, una invitación a permanecer en esa privilegiada dicha del que se siente amado, para enseñarnos a no apoyar nuestra vida espiritual sobre la base deleznable del amor que pretendemos tenerle a Él (véase como ejemplo 13, 36 - 38), sino sobre la roca eterna de ese amor con que somos amados por Él. Cf. I Juan 4, 16 y nota: "En cuanto a nosotros, hemos conocido el amor que Dios nos tiene y hemos creído en ese amor. Dios es amor; y el que permanece en el amor, en Dios permanece y Dios permanece en él". Permanecer en el amor no significa (como muchos pensarán), permanecer amando, sino sintiéndose amado, según vemos al principio de este v.: hemos creído en ese amor. S. Juan que acaba de revelarnos que Dios nos amó primero (v. 10), nos confirma ahora esa verdad con las propias palabras de Jesús que el mismo Juan nos conservó en su Evangelio. "Permaneced en mi amor" (Juan 15, 9). 

También allí nos muestra el Salvador este sentido inequívoco de su palabras, admitido por todos los intérpretes: no quiere El decir: permaneced amándome, sino que dice: Yo os amo como Mi Padre me ama a Mí; permaneced en mi amor, es decir, en este amor que os tengo y que ahora os declaro. Lo que aquí descubrimos es, sin duda alguna, la más grande y eficaz de todas las luces que puede tener un hombre para la vida espiritual, como lo expresa muy bien S. Tomás diciendo: "Nada es más adecuado para mover al amor, que la conciencia que se tiene de ser amado" (cf. Os. 2, 23 y nota). No se me pide, pues, que yo ame directamente, sino que yo crea que soy amado. ¿Y qué puede haber más agradable que ser amado? ¿No es eso lo que más busca y necesita el corazón del hombre? Lo asombroso es que el creer, el creerse que Dios nos ama, no sea una insolencia, un audacia pecaminosa y soberbia, sino que Dios nos pida esa creencia tan audaz, y aun nos la indique como la más alta virtud. Feliz el que recoja esta incomparable perla espiritual que el divino Espíritu nos ofrece por boca del discípulo amado; donde hay alguien que secree amado por Dios, El, pues que El es ese mismo amor. La liturgia del Jueves Santo (lavatorio de los pies) aplica acertadamente este concepto a la caridad fraterna, diciendo: "Donde hay caridad y amor, allí está Dios", lo cual también es exacto porque ambos amores son inseparables (v. 23), y Jesús dijo también que El está en medio de los que se reúnen en su Nombre (Mat. 18, 20). 

Fácil es por lo demás explicarse la indivisibilidad de ambos amores si se piensa que yo no puedo dejar de tener sentimientos de caridad y misericordia en mi corazón mientras estoy creyendo que Dios me ama hasta perdonarme toda mi vida y dar por mí su Hijo para que yo pueda ser tan glorioso como El. Por eso es que no podría decirse "peca fuerte y cree más fuerte", según la célebre fórmula, pues cuando pecamos lo primero que falla es la fe (cf. 5, 4; I Pedro 5, 9). 11. Porque no puede existir para el hombre mayor gozo que el de saberse amado así. En 16, 24; 17, 13; I Juan 1, 4, etc., vemos que todo el Evangelio es un mensaje de gozo fundado en el amor.

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