DE AGUILAR DE CAMPOO
A BARRUELO DE SANTULLÁN
ESTACIÓN DE FERROCARRIL DE AGUILAR DE CAMPOO |
El hombre joven que me había encontrado en el
tren, no paraba de hablar. No así, el matrimonio mayor, que apenas musitó palabra.
Yo, por mi parte, escuchaba al hombre joven y observaba a los ancianos. Mientras,
una y otra vez, venían a mi cabeza, los consejos que me había dado mi padre
antes de salir de casa.
En estas estábamos, cuando pasó el
interventor del tren. Nos pidió los billetes y nos avisó que estábamos a punto
de llegar a Aguilar de Campoo. En efecto, a los cinco minutos, el viejo tren aminorando su marcha paró. Estábamos en la estación de Aguilar de Campoo.
El hombre joven y yo tomamos posiciones. El
matrimonio mayor permaneció en su puesto. Con un adiós convencional, nos
despedimos de ellos y bajamos al andén. En el andén había gente. Era casi de noche y no me enteré bien de las dimensiones de la
estación.
Guiado por el hombre joven, nos dirigimos a una vía
más estrecha. De allí, poco después, salió un tren más pequeño, destino a Barruelo de Santullán. También tomaron este
tren otros viajeros. Según me dijo el hombre joven, eran trabajadores de
la fábrica de galletas Fontaneda que volvían a Barruelo.
El hombre joven, dos personas más y yo nos
colocamos en el mismo departamento. El hombre joven siguió hablando, hablando, hablando. No paraba de hablar. Me contó muchas cosas de Barruelo, algunas de las minas; de lo
duro que era el trabajo de los mineros, del riesgo que corrían. Me habló de muchas cosas.
(Mañana más).
PARA ESCUCHAR