viernes, 12 de noviembre de 2010

EL JUEZ INJUSTO
TRIGÉSIMA SEGUNDA SEMANA DEL T. O.

SÁBADO
SAN LUCAS 18, 1-8

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=MbBII1FGYco

Les proponía una parábola sobre la necesidad de orar siempre y no desfallecer, diciendo:
—Había en una ciudad un juez que no temía a Dios ni respetaba a los hombres. También había en aquella ciudad una viuda, que acudía a él diciendo: “Hazme justicia ante mi adversario”. Y durante mucho tiempo no quiso. Sin embargo, al final se dijo a sí mismo: Aunque no temo a Dios ni respeto a los hombres, como esta viuda está molestándome, le haré justicia, para que no siga viniendo a importunarme”.
Concluyó el Señor:
—Prestad atención a lo que dice el juez injusto. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? Os aseguro que les hará justicia sin tardanza. ¿Pero cuando venga el Hijo del Hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?

Después del duro sermón de ayer, Señor, hoy llegaste más suave. Volviste a utilizar la parábola como medio pedagógico. Acaso, en un descanso, en un aparte, alguno de tus discípulos te habría sugerido que volvieras a las parábolas. Se entendía mejor, se asimilaba mejor, se recordaba más.

El mensaje esta vez era claro: es necesario orar siempre; siempre, sin cansancio; sin desfallecer. Era necesario y Tú lo hacías. Pero también querías dejarlo dicho, enseñarlo con tu predicación. Y lo hiciste mediante una parábola.

Los personajes eran habitantes de una ciudad: un juez desalmado y una viuda terca. El juez presumía de descreído y de chulo. La viuda, por lo que se ve, era una tozuda de aúpa. Por medio, un adversario de la viuda. Un día se presentó un conflicto. La viuda pide justicia. El juez que se niega. La viuda que insiste. El juez que no quiere. La viuda que vuelve. Y el juez que es vencido, no por el deber, ni la profesionalidad, sino por la tozudez de aquella mujer. Y al fin promete hacerle justicia.

Bonita parábola, Señor. Ahora vienes Tú con la enseñanza, enseñanza que convenía aprendieran “los tuyos”. Por eso, seguiste: “prestad atención”. ¿Acaso Dios no hará justicia a sus elegidos que claman a Él día y noche, y les hará esperar? Hay que clamar día y noche, noches y días, con perseverancia, con tozudez, con fe, con esperanza. Y habrá justicia.

Terminaste: ¿Encontrará el Hijo del Hombre, cuando venga, fe sobre la tierra?