miércoles, 28 de abril de 2010

CUARTA SEMANA DE PASCUA

JUEVES
SAN JUAN 13, 16-20         

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En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados. No lo digo por todos vosotros: yo sé a quienes elegí; sino para que se cumpla la Escritura: El que come mi pan levantó contra mí su talón. Os lo digo desde ahora, antes de que suceda, para que cuando ocurra creáis que yo soy. En verdad, en verdad os digo: quien recibe al que yo envíe, a mí me recibe; y quien a mí me recibe, recibe al que me ha enviado.

La expresión “en verdad en verdad os digo”, significaba que lo que se iba a decir encerraba una especial importancia. Y así era recibido por los oyentes. Cuando en el Evangelio se utiliza esta fórmula, lo que pretende es dar una lección para la vida.

Tus discípulos, Señor, habían manifestado en sus conversaciones y en sus hechos, el deseo humano de sobresalir, de conseguir poder, de ocupar los primeros puestos. Tú bien lo sabías y con tu ejemplo tratabas de enseñarles que no era ese el camino que Tú seguías y exigías.

Con el lavatorio de los pies, realizado poco antes, les habías mostrado, de un modo sencillo y simbólico, que no habías venido a ser servido, sino a servir, y que tu servicio era universal: dar la vida por todos.

Pero además quisiste, Señor, enseñar la gran lección del servicio, no sólo con gestos sino también con palabras. Por eso, aprovechando este momento, tenso y difícil, quizás alzando un poco más la voz, dijiste a “los tuyos”: En verdad, en verdad os digo: no es el siervo más que su señor, ni el enviado más que quien le envió.

Y así, diste a entender a los Apóstoles, y en ellos a todos los que después formaríamos la Iglesia que el servicio humilde a los demás hace al discípulo semejante al Maestro. Si comprendéis esto y lo hacéis seréis bienaventurados.

La cosa estaba clara: Tú eras el Señor, el Maestro; todos nosotros, tus siervos, tus discípulos. Si ellos querían seguirte, tenían que imitarte; si nosotros queremos seguirte, tendremos que pisar en tus huellas.

“Si, por consiguiente, a la luz de esta actitud de Cristo se puede verdaderamente “reinar” sólo “sirviendo”, a la vez, el “servir” exi-ge tal madurez espiritual que es necesario definirla como el “reinar” .

Señor, enséñanos a servir como Tú, para reinar contigo.