En Navidad Jesús llama a la puerta de cada cristiano
El santo padre Francisco ha rezado
esta mañana, IV Domingo de Adviento, el ángelus desde la ventana del estudio en
el Palacio Apostólico con los fieles que se han reunido en la plaza de San
Pedro.
Estas son las palabras del Papa al
introducir la oración mariana:
Queridos hermanos y hermanas,
¡buenos días!
hoy, cuarto y último domingo de
Adviento, la liturgia quiere prepararnos a la Navidad ya a las puertas,
invitándonos a meditar el pasaje del anuncio del Ángel a María. El arcángel
Gabriel revela a la Virgen la voluntad del Señor de que ella se convierta en
madre de su Hijo unigénito: “Concebirás y darás a luz un hijo, y le pondrás por
nombre Jesús; él será grande y será llamado Hijo del Altísimo”. Fijamos la
mirada sobre esta sencilla joven de Nazaret, en el momento en el que se hace
disponible al mensaje divino con su “sí”; acogemos dos aspectos esenciales de
su actitud, que es para nosotros modelo de cómo prepararse a la Navidad.
Sobre todo su fe, su actitud de fe,
que consiste en el escuchar la Palabra de Dios para abandonarse a esta Palabra
con plena disponibilidad de mente y de corazón. Respondiendo al Ángel, María
dijo: ”Yo soy la servidora del Señor, que se cumpla en mí lo que has dicho”. En
su “aquí estoy” lleno de fe, María no sabe en qué caminos se deberá aventurar,
qué dolores deberá padecer, qué riesgos afrontar. Pero es consciente que es el
Señor quien le pide y ella se fía totalmente de Él y se abandona a su amor.
Esta es la fe de María.
Otro aspecto es la capacidad de la
Madre de Cristo de reconocer el tiempo de Dios. María es aquella que ha hecho
posible la encarnación del Hijo de Dios, “la revelación del misterio, que fue
guardado en secreto desde la eternidad”. Ha hecho posible la encarnación del
Verbo gracias precisamente a su “sí” humilde y valiente. María nos enseña a
acoger el momento favorable en el que Jesús pasa en nuestra vida y pide una
respuesta preparada y generosa. Y Jesús pasa. De hecho, el misterio del
nacimiento de Jesús en Belén, sucedido históricamente hace más de dos mil años,
se implementa, como evento espiritual, en el “hoy de la liturgia”. El Verbo,
que encontró morada en el vientre virginal de María, en la celebración de la
Navidad viene a llamar nuevamente al corazón de cada cristiano. Pasa y llama.
Cada uno de nosotros es llamado a responder, como María, con un “sí” personal y
sincero, poniéndose plenamente a disposición de Dios y de su misericordia.
Cuántas veces Jesús pasa en Nuestra vida y cuántas veces nos manda un ángel. Y
cuántas veces no nos damos cuenta porque estamos muy ocupados, sumergidos en
nuestros pensamientos, en nuestros quehaceres, incluso en estos días en los
preparativos de la Navidad, que no nos damos cuenta de él que pasa y llama a la
puerta de nuestro corazón pidiendo acogida, pidiendo un sí como el de María. Un
santo decía “tengo miedo de que el Señor pase”. ¿Sabéis por qué tenía miedo?
Miedo de no darse cuenta, de dejarlo pasar. Cuando sentimos en nuestro corazón
‘quisiera ser más bueno, más buena, me arrepiento de esto que he hecho’ aquí
está el Señor que llama, que hace sentir esto, las ganas de ser mejor, las
ganas de estar más cerca de los otros, de Dios. Si tú sientes esto, párate. El
Señor está ahí. Ve a rezar y quizá a la confesión a limpiar un poco la
habitación. Eso hace bien. Pero recuerda bien, si tú sientes esas ganas de
mejorar, es Él quien llama, no dejarlo pasar.
En el misterio de Navidad, junto a María está
silenciosa la presencia de san José, como viene representado en todos los
belenes --también en ese que podéis admirar aquí en la plaza de San Pedro. El
ejemplo de María y de José es para todos nosotros una invitación a acoger
con total apertura de alma a Jesús, que por amor se ha hecho nuestro hermano.
Él viene a llevar al mundo el don de la paz: “Paz en la tierra a los hombres
que ama el Señor”, como anunciaron a coro los ángeles a los pastores. El don
precioso de la Navidad es la paz, y Cristo es nuestra PARA ESCUCHAR
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