VERANO
RICO EN PEPINOS
Ha sido
este verano, el verano de los pepinos. Pepinos por todos los sitios; salíamos
de paseo, allí nos encontrábamos con Don Balbino comiendo un tierno pepino; nos fijábamos
en las hortalizas de las huertas, allí saltaban con fuerza los pepinos.
Hasta la
propia casa llegaban los pepinos. Y no es que los pepinos de buenas a primeras
le haya dado por meterse en las casas, no. Eran otras las razones de su
presencia.
Por
ejemplo, llegaban de manos de Amalia, que nos ponía a la puerta de casa bolsas
de pepinos o nos invitaba a recogerlos en la suya. No una vez, sino varias
veces, muchas veces. Tanto que teníamos pepinos para “dar y tomar”.
En
efecto, dábamos pepinos y tomábamos pepinos. Aunque para ser más exactos habría
que decir que tomaban pepinos, porque a mí, no sé porque, se me atraviesan los
pepinos.
Otras
veces llegaban los pepinos de traídos por Justino o su hermano Carlos,
recogidos de su huerta. A veces llegaban del huerto de la Anuncia. Total que
estábamos rodeados de pepinos por todas las partes.
Y como
suele decirse “a caballo regalao no le mires el diente”, lo mismo: “a pepinos
regalados no les pongas trabas”. Así que a pelar pepinos, a comer pepinos y a
regalar pepinos, por aquello de que “el que da de lo dao tiene el cielo ganao”.
¡¡¡Benditos pepinos!!!
PARA
ESCUCHAR