miércoles, 14 de julio de 2010

DÉCIMA QUINTA SEMANA DEL T. O.

JUEVES
SAN MATEO 11, 28-30

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK http://www.vatican.va/

»Venid a mí todos los fatigados y agobiados, y yo os aliviaré. Llevad mi yugo sobre vosotros y aprended de mí que soy manso y humilde de corazón, y encontraréis descanso para vuestras almas: porque mi yugo es suave y mi carga es ligera.

No sé si fue a continuación de tu declaración solemne a los humildes o fue en otro momento, cuando pronunciaste, Señor, unas palabras que ensanchan el corazón y dan paz al alma. Son palabras sencillas, pero llenas de fuerza y compasión.

Te dirigiste a todos, a los fatigados y cansados, a los llenos de penas y de angustia, a todos los fatigados de recorrer la vida o de andar en búsqueda de la felicidad. En esas palabras, nos prometiste alivio, consuelo, paz, tranquilidad, sosiego.

Y a la vez, con elegancia, nos ofreciste una importante posibilidad: Llevar tu yugo, tu cruz, tu carga; no la nuestra, sino la tuya. Tuya, porque en realidad el peso de la cruz lo llevas Tú; a nosotros nos toca seguirte, arrimar un poco el hombro, caminar a tu lado.

Y todo habrá que hacerlo con sencillez, con mansedumbre, a tu estilo. Sin algaradas, sin voces, sin atolondramientos. Llevar la cruz de cada día, la carga de cada jornada; el yugo de cada mañana y de cada tarde. Sin dar lugar al cansancio.

Y nos prometiste que en Ti encontraríamos descanso y paz, sosiego y tranquilidad. Del cuerpo y del alma, de lo material y de lo espiritual. ¡Algo del cielo en la tierra! ¡Algo del premio en la lucha!

Y terminaste así: “porque mi yugo es suave y mi carga ligera”. Y aunque a nosotros, a veces, no nos parece ni tan suave, ni tan ligera, tu Palabra es verdad. ¡Quizás nosotros hablamos de otras cargas, no de las tuyas!