jueves, 23 de enero de 2014

SENCILLAS VIVENCIAS

LA EXPERIENCIA, MAESTRA DE LA VIDA


Me crucé con él, en medio de la plaza que se extiende frente a mi ventana. Nos saludamos siempre que nos vemos. A veces echamos un “parlao”. Hoy simplemente le dije: ¡“Con visera, en este tiempo y además con paraguas”!. Me respondió: La visera para defenderme del sol (en esos momentos relucía el sol), y el paraguas para defenderme de la lluvia. (Al poco rato llovía).

Después de las breves palabras que ambos nos dirigimos, camino ya de mi casa, pensé: ¡cuánto enseña la experiencia! ¡Qué sabios son los ancianos! Bien sabía, mi buen amigo, que el clima en este tiempo de invierno cambia con frecuencia.

Ahora mismo,  apenas ha pasado media hora del encuentro arriba indicado, y el cielo está totalmente gris. El suelo mojado por un chaparrón recién caído, las gentes caminan por las calles con sus paraguas abiertos. El sol duerme acurrucado más allá de las nubes bajas y cercanas.

Me asomo a la ventana: Veo a una persona que lleva un paraguas blanco abierto, a otra con un paraguas negro  también abierto, una tercera, con un paraguas a rayas. Ahora mismo un señor camina a pelo, otra señora abre su paraguas azul, una madre camina con su hijo a toda prisa, un joven avanzada por la plaza a grandes zancadas.

Más paraguas, más lluvia. De repente, un claro en el cielo. No creo tarde mucho en salir el sol. En este instante sale. Ahora entiendo lo de la visera y el paraguas. Ahora entiendo el dicho: “la experiencia es maestre de la vida”.


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