viernes, 8 de marzo de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS


GRATIAS, TIBI, DEUS, 
GRATIAS TIBI

El ascensor es un lugar de constantes encuentros. Pueden pasar años sin que tengamos ocasión de visitar el hogar de nuestros vecinos más cercanos, pero el ascensor nos presta la ocasión de hablar con ellos, de comentar nuestras cosas.

Ayer, sin ir más lejos, coincidí en el ascensor con una vecina a la que hacia un tiempo que no le veía. Como siempre, una de las preguntas socorridas, si es que no se habla del tiempo, es preguntar por la familia.

Así lo hice. Pregunté por su marido. Me dijo que se había jubilado; que estaba aburrido; que le estaba costando hacerse a esta nueva vida. “Hoy -siguió-, ha bajado al pueblo. Es un escape para él”.

Traté de darle pistas con las que poder organizar el tiempo, por si le podían servir de orientación. Me lo agradeció, amablemente, la señora. Con éstas, la vecina había llegado a la meta. Fue, por lo tanto, una conversación breve, sencilla.

Más tarde, ya solo, pensé: ¡Qué suerte tener cosas que hacer! ¡Qué maravilla saber emplear el tiempo! Y como fluye el agua de un manantial, así, mansamente, brotó de mi corazón esta jaculatoria: “Gratias tibi, Deus, gratias tibi”.