viernes, 15 de febrero de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS


A VECES, 
BASTA SABER ESCUCHAR

Caminaba despacio. Iba, la mañana estaba fría, bien abrigado. En la cabeza una gorra visera color gris. En la mano derecha un paraguas negro y en la otra, un bastón tostado. Era un buen amigo con el que hablo cuando nos encontramos por la calle.

Iba unos metros delante de mi. Agilicé el paso y le di alcance. Le di un suave golpecillo en la espalda, mientras le decía: “Buenos días nos de Dios”. Me respondió con un agradecido: “Buenos días”. Y enseguida añadió: ¿No sabe? Me han operado la semana pasada. Y me contó lo sucedido.

Cómo, un día, fue a recoger unas recetas. Al llegar al Ambulatorio le dijo a la enfermera que sentía un dolor muy fuerte. Y la enfermera le dijo: Conviene le vea el médico dentro de tres o cuatro días. Y cómo mi buen amigo le respondió que no podía esperar. Y cómo la enfermera le aconsejó fuera inmediatamente a urgencias.

Y fue a urgencias. Y el médico de urgencias le dijo: Prepárese. Llame a su familia. De inmediato le vamos a llevar al Hospital. Y le llevaron. A las cuatro horas estaba operado.

Yo le escuché con atención. Luego le pregunté que tal estaba. Me dijo: Estoy muy bien. Espero recuperarme pronto. Deseo volver de nuevo a Misa.

Y aunque yo le vi bastante más delgado, le deseé lo mejor. Me dio un apretón de manos y me agradeció satisfecho el que le hubiera escuchado. Por eso digo: “Que a veces, basta saber escuchar”.