Como en
tantas otras ocasiones, ayer por la mañana, cuando me dirigía a la Iglesia,
después de tomar en mi casa “las once”, me encontré con dos feligresas de la
Parroquia de Santa Teresa. Son dos feligresas de las habituales en los actos
litúrgicos y sesiones de formación.
Las dos acuden
a la clase de Catequesis de Adultos, que desde hace unos cuantos años, imparto en
esta Parroquia, primero, los martes y los jueves; ahora, sólo los martes.
Acuden siempre, prestan sumo interés y aprovechan el tiempo adecuadamente.
Una de
ellas, además colabora en la limpieza y el cuidado de las ropas litúrgicas y de
los vasos sagrados. Su labor es impagable. Sólo Dios
le pagará este servicio. Seguro que lo hará.
La otra ayuda cuando puede. Es conocida por la colección de calendarios de
bolsillo que está haciendo desde hace tiempo. Tiene cientos de calendarios,
distribuidos por temas, años y otros asuntos. Quizás algún día se decida a
hacer una exposición de calendarios. Yo le animo muchas veces.
Total, cuando
llegué a la altura de estas dos feligresas que estaban hablando en medio de la
plaza, después del saludo habitual: “Buenos días”, la de los calendarios,
llena de gozo, me dijo: “Don José María, desde ayer por la tarde, soy abuela”. Le dí la enhorabuena. Desde
momento, comencé a pedir por su nieta.