LO GRANDE
FUE PEQUEÑO
Será en primavera y verano, cuando
disfrutemos de la fragancia y el color de las flores que ahora se preparan y
plantan. Pero antes tiene que pasar el duro invierno, el recio temporal, el
frío y el hielo. No hay fruto sin sementera, ni cosecha sin trabajo.
Estos pensamientos me vinieron a la cabeza
ayer, a primera hora de la mañana, cuando de camino a mi trabajo, observé a dos
jardineros que preparaban el pequeño trozo de tierra que existe en medio del extenso
de jardín de hierba.
Estamos a finales de enero, falta mucho hasta
mayo. Pero sin esta preparación, obscura y silenciosa, sin este cuidadoso
esmero de la tierra, sin un seguimiento después, no nacería el rosal, ni brotarían
las yemas, ni nacerían las rosas.
Mientras caminaba, en mi interior iban
saltando pensamientos paralelos, referidos a distintas acciones humanas.
Pensaba: yo no habría llegado al sacerdocio, si antes no hubiera pasado doce años en el
seminario; ni hubiera existido el conductor del camión que esos momentos pasaba
a mi lado, sin una preparación precisa; ni el dentista que abría su oficina, si
no hubiera dedicado años a prepararse; ni el abogado que trabaja en la calle de
abajo, sin una preparación anterior.
En
resumen: el éxito exige un proceso; el fin pide un principio, lo grande nace
siempre pequeño. Y me vino a a la
memoria el número 821 de Camino que dice: “No me olvides que en la tierra todo lo grande ha
comenzado siendo pequeño. —Lo que nace grande es monstruoso y muere”.
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