sábado, 5 de febrero de 2011

LUZ DEL MUNDO
QUINTA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 5, 13-16

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=SdpdfMEM5rU&feature=fvwrel

»Vosotros sois la sal de la tierra. Pero si la sal se vuelve sosa ¿con qué se salará? No vale más que para tirar la fuera y que la pisotee la gente.
»Vosotros sois la luz del mundo. No puede ocultarse una ciudad situada en lo alto de un monte; ni se enciende una luz para ponerla debajo de un celemín, sino sobre un candelero para que alumbre a todos los de la casa. Alumbre así vuestra luz ante los hombres, para que vean vuestras buenas obras y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos.

Señor, con claridad y firmeza dijiste que nosotros, tus discípulos, somos la sal de la tierra. Y que, como la sal, debemos sazonar el mundo. Al estilo de la sal, sin que se note —ni por pizca de más, ni por pizca de menos—. Como la sal que cumple su función cuando nadie habla de ella, así, nosotros cumpliremos nuestra misión cuando no se note.

Pero si la sal se vuelve sosa, ¿con qué la salarán? Pusiste, Señor, el dedo en la llaga. Si nosotros, que somos como la sal, nos volvemos inactivos, cobardes, perezosos, ¿quién hará la función de la sal? Si nosotros, que debemos dar ejemplo, no lo damos, ¿quién se enterará de tu doctrina y de tu verdad? ¿Quién salará al mundo?

Y si la sal no sazona —dijiste— “no sirve más que para tirarla fuera y que la gente la pise”. Tirar fuera y pisar. No se trata de amoldar, cambiar, convertirse, sino tirar fuera y pisar. Fuera, donde nada sirve. Y pisar, castigar, humillar, poner el pie encima, triturar.

Nos dijiste también, Señor, que somos la luz del mundo. Y que la luz es para que luzca: y que si se enciende una lámpara, es para ponerla en el candelero, no para meterla debajo de un cesto o de un celemín. Así nosotros tenemos que ser luz que alumbre a los hombres, para que viendo nuestras buenas obras den gloria a Dios-Padre que está en los cielos. Y ellos, a su vez, serán luz para otros hombres.

Sal y luz. Dos metáforas, dos comparaciones, dos palabras. Y cuánta enseñanza detrás; y cuánta exigencia futura por delante.

Quizás hoy nos preguntas si hemos sido sal para la tierra. Tú lo sabes todo, Señor. Pero ayúdanos a ser como la sal, sin que se note, sin que se hable de nosotros.

Señor, Tú lo sabes todo. Tú sabes que queremos ser sal. Y queremos ser luz. ¿Señor, somos luz en los senderos de la vida que otros como nosotros recorren o, por el contrario, somos sombra obscura, penumbra triste, guía inútil? Tú, Señor, sabes cuánta es nuestra luz y cuánto alumbramos cada uno; Tú Señor, sabes cómo guiamos y cómo marcamos los senderos. Pero ayúdanos a ser luz clara, sencilla, amable.