lunes, 5 de agosto de 2013

SENCILLAS VIVENCIAS

AÑORADOS ENCUENTROS SACERDOTALES


Una vez al mes nos reuníamos, durante unas horas, en Barruelo de Santullán, los sacerdotes del Arciprestazgo. A media mañana, llegaban, en distintos medios de locomoción, los curas de Porquera de Santullán, del Santuario del Carmen, de Vallejo de Orbó, de Cillamayor y Matabuena, de Villavega y de Néstar. Con los tres que residiámos en Barruelo, formábamos un importante grupo.

Eran aquellos encuentros para mí, encuentros esperados con especial interés y alegría. Ahora las recuerdo con cierta nostalgia y una pizca de añoranza, quizás porque tengo la seguridad que al revés que “las obscuras golondrinas” “aquellos encuentros jamás volverán”.

Estaban programados en tres partes diferenciadas, pero complementarias. Una parte, dedicada a la oración y meditación, que hacíamos en la Parroquia; otra de estudio que solíamos tener en la casa parroquial, y la tercera, reservada para el almuerzo, que hacíamos en el Colegio de los Hermanos Maristas o en el Hotel Navamuel.

Todo me parecía importante, lleno de valor. Pero quiero recordar de modo especial el aspecto formativo. Consistía éste, en presentar un tema doctrinal de interés y la resolución de algún caso de moral.

Sobrealían en estas reuniones, además de Don Manuel que era el Arcipreste, los sacerdotes de Vallejo de Orbó y de Cillamayor, Teodoro Mayo y José Antonio Abad, respectivamente. Los dos, después me enteré, pertenecían a la Sociedad Sacerdotal de la Santa Cruz, Opus Dei.

Muy pronto advertí que estos sacerdotes destacaban en virtudes humanas y sobrenaturales. Virtudes que se advertían a la hora de presentar los temas doctrinales y a la hora de dar respuesta a los diferentes interrogantes de los casos presentados.

Muy pronto comencé a tratar personalmente con uno de ellos. Trato personal que me ayudó, no sólo a mantener el plan de vida que traía del Seminario, sino a reforzarle y consolidarle. Pero esto es otra historia.