miércoles, 17 de marzo de 2010


Cuarta Semana de Cuaresma
JUEVES
San Juan 5, 31-47
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»Si yo diera testimonio de mí mismo, mi testimonio no sería verdadero. Otro es el que da testimonio de mí, y sé que es verdadero el testimonio que da de mí. Vosotros habéis enviado mensajeros a Juan y él ha dado testimonio de la verdad. Pero yo no recibo el testimonio de hombre, sino que os digo esto para que os salvéis. Aquel era la antorcha que ardía y alumbraba, y vosotros quisisteis alegraros por un momento con su luz. Pero yo tengo un testimonio mayor que el de Juan, pues las obras que me ha dado mi Padre para que las lleve a cabo, las mismas obras que yo hago, dan testimonio acerca de mí, de que el Padre me ha enviado. Y el Padre que me ha enviado, Él mismo ha dado testimonio de mí. Vosotros no habéis oído nunca su voz ni habéis visto su rostro; ni permanece su palabra en vosotros, porque no creéis en éste a quien Él envió. Examinad las Escrituras, ya que vosotros pensáis tener en ellas la vida eterna: ellas son las que dan testimonio de mí. Y no queréis venir a mí para tener vida.
»Yo no busco recibir gloria de los hombres; pero os conozco y sé que no hay amor de Dios en vosotros. Yo he venido en nombre de mi Padre y no me recibís; si otro viniera en nombre propio a ése lo recibiríais. ¿Cómo podéis creer vosotros, que recibís gloria unos de otros, y no queréis la gloria que procede del único Dios? No penséis que yo os acusaré ante el Padre; hay quien os acusa: Moisés, en quien vosotros tenéis puesta la esperanza. En efecto, si creyeseis a Moisés, tal vez me creeríais a mí, pues él escribió sobre mí. Pero si no creéis en sus escritos, ¿cómo vais a creer en mis palabras?

Seguías, Señor, pronunciando tu discurso. Ahora insistías sobre la verdad del testimonio. Decías que el valor del testimonio no se funda en uno mismo sino en la palabra de otro. Y que eso era lo que habían intentado conseguir los judíos enviando mensajeros a Juan para que éste hablase sobre Ti. Y, en efecto, Juan habló con verdad.

Pero tu decías que por encima del testimonio humano está el testimonio divino. Juan era la antorcha que ardía y alumbraba, pero que más fuerza que Juan tenían tus obras y el testimonio del Padre que Te envió. Por eso, éste era un testimonio mayor.

También les decías que ellos no habían examinado ni tus obras, ni habían escuchado la voz de tu Padre, ni habían visto su rostro; ni habían aceptado su palabra, ni habían creído en Él. Examinad las escrituras (...) ellas son las que dan testimonio de mi.

Y que habían acudido a la Escritura a buscar vida, pero habían despreciado la vida que eras Tú; que les conocías bien y sabías que el amor de Dios no estaba en ellos; que no te habían querido recibir a pesar de venir del Padre. Y sin embargo, habían recibido a otros que llegaban predicando en su nombre; que buscaban gloria humana y no la gloria de Dios; que no era que Tú, Señor, les acusases, sino que era Moisés quien los acusaba. En definitiva, que no eran coherentes. Decían creer en Moisés y te rechazaban a Ti: Moisés en cambia te había recibido.

Examinad las escrituras (...) ellas son las que dan testimonio de mi. Pero si no dais fe a esos escritos ¿cómo vais a dar fe en mi palabras? ¡A esto nadie decía nada!
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