domingo, 24 de octubre de 2010

TRIGÉSIMA SEMANA DEL T. O.

LUNES
SAN LUCAS 13, 10-17

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK

Un sábado estaba enseñando en una de las Sinagogas. Y había allí una mujer poseída por un espíritu, enferma desde hacía dieciocho años, y estaba encorvada sin poder enderezarse de ningún modo. Al verla Jesús, la llamó y le dijo:
—Mujer, quedas libre de tu enfermedad.
Y le impuso las manos, y al instante se enderezó y glorificaba a Dios.
Tomando la palabra el jefe de la Sinagoga, indignado porque Jesús curaba en sábado, decía a la muchedumbre:
—Seis días para trabajar; venid, pues, en ellos a ser curados, y no en día de sábado.
El Señor le respondió:
—¡Hipócritas!, cualquiera de vosotros ¿no suelta del pesebre en sábado su buey o su asno y lo lleva a beber? Y a ésta que es hija de Abrahán, a la que Satanás ató hace ya dieciocho años, ¿no había que soltarla de esta atadura aun día de sábado? Y cuando decía esto, quedaban avergonzados todos sus adversarios, y toda la gente se alegraba por todas las maravillas que hacía.

Todos los días o, al menos, los sábados acudías a la Sinagoga. Ibas a rezar, a aprender, y también a enseñar. Hoy te contemplamos enseñando en una de ellas. Habría más o menos gente. Estarían tus discípulos y otros buenos cumplidores. Hombres y mujeres. Entre las mujeres, había allí una mujer poseída por el espíritu, enferma de tiempo, encorvada, en fin, hecha polvo.

Al verla, seguro, Señor, te dio lástima. Y, sin que mediara petición alguna, le dijiste: mujer, quedas libre de tu enfermedad. Le pusiste sobre su cabeza las manos, se enderezó y glorificaba a Dios con todas sus fuerzas. ¡El milagro fue contemplado por todos los asistentes! ¡Se quedaron de piedra!

Mas el Jefe de la Sinagoga, ¡qué causalidad! salió por sus fueros. A Ti, Señor, no se atrevió a decirte nada. Pero a la muchedumbre le calentó la cabeza: que si había seis días para trabajar, que si no eran suficientes seis días, que acudiesen esos días, que tal y que cual. Y en vez de alabar a Dios por tal milagro, en vez de solidarizarse con aquella pobre enferma, lo que hizo fue: mangar una buena zapatiesta.

Tú, Señor, sacaste la caja de los truenos y dijiste: ¡Hipócritas! ¿No soltáis en sábado el buey y el asno a beber? ¿No es más importante esta mujer que ellos? Esta es hija de Abrahán, estaba atada de pies y manos por el enemigo durante tantos años, ¿no vale más que vuestros animales? ¿por qué no había que ayudarla en sábado a ser libre, a vivir a sus anchas, a disfrutar de la vida?

Al escuchar estas palabras, tus adversarios, Señor, quedaron avergonzados; los que te seguían se alegraron por esto y por todas las maravillas que hacías. Yo también me admiro y me alegro y canto a la libertad y a la esperanza.
 
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Cfr. S. Tomás de Aquino, Sup. Ev. Matt. in loc.

De dilig. Deo 1.1. Cfr. Sagrada Biblia. Nuevo Testamento. Ediciones Universidad de Navarra, Pamplona 1999, pág. 111.