martes, 11 de enero de 2011


SUEGRA DE PEDRO

PRIMERA SEMANA DEL T. O.

MIÉRCOLES
SAN MARCOS 1, 29-39

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=oyLKujiwdsE

En cuanto salieron de la Sinagoga, fueron a la casa de Simón y de Andrés, con Santiago y Juan. La suegra de Simón estaba acostada con fiebre, y en seguida le hablaron de ella. Se acercó, la tomó de la mano y la levantó; le desapareció la fiebre y se puso a servirles.
Al atardecer, cuando se había puesto el sol, comenzaron a llevarle a todos los enfermos y a los endemoniados. Y toda la ciudad agolpada en la puerta. Y curó a muchos que padecían diversas enfermedades y expulsó a muchos demonios, y no les permitía hablar porque sabía quién era.
De madrugada, todavía muy oscuro, se levantó, salió y se fue a un lugar solitario, y allí hacía oración. Salió a buscarle Simón y los que esta-ban con él; y, cuando lo encontraron, le dijeron:
—Todos te buscan.
Y les dijo:
—Vámonos a otra parte, a las aldeas vecinas, para que predique también allí, porque para esto he venido.
Y pasó por toda Galilea predicando en sus Sinagogas y expulsando a los demonios.

Habíais terminado en la Sinagoga y, enseguida, os fuisteis a la casa de Simón y de Andrés. Os acompañaban Santiago y Juan y muchos curiosos. Algunos agradeciendo, otros pidiendo perdón y los más, rogando alguna ayuda, algún milagro.

Cuando llegasteis, Señor, a la casa de Pedro, os encontrasteis con que su suegra estaba acostada con fiebre. Enseguida te lo dijeron. Tú, Señor, ni corto ni perezoso, fuiste a donde ella estaba, la tomaste de la mano y la invitaste a que se levantara. Ella obedeció al instante. Y enseguida se dio cuenta de que “la fiebre” había des-aparecido y, como en otras ocasiones, “se puso a serviros”, con delicadeza y agradecida.

Desde la calle no se veía nada, pero todos se enteraron del hecho. Y todos comenzaron a gritar y aplaudir. Tú, Señor, mientras, charlabas con “los tuyos”. Andrés y Pedro estaban locos de contentos; y lo mismo Juan y Santiago. Allí todo era paz, alegría, satisfacción. Al final, os fuisteis a descansar un poco.

“Al atardecer”, comenzaron a llegar, hasta la casa de Pedro, enfermos, endemoniados. La gente se agolpaba junto a la puerta. Y Tú, Señor, curaste a muchos y expulsaste a los demonios y no les dejabas ni rechistar, porque sabían quién eras.

Aquella noche fue muy tranquila. De madrugada, todavía muy oscuro, después de avisar a “los tuyos”, saliste a un lugar solitario y allí orabas. ¡Cómo te gustaba estar solo, Señor!

Al rato, Pedro y otros más salieron a buscarte, te dijeron: “todos te buscan” y Tú: vámonos a otra parte, a otras aldeas, a otras gentes; vámonos a predicar a todos la Buena Nueva, que para eso he venido.

Y comenzaste tu gira; y toda la Galilea se benefició de tu predicación. Enseñabas en las Sinagogas, expulsabas demonios y, poco a poco, la gente se iba enterando de tu importante misión.

¡Cuánto nos cuesta, Señor, enterarnos de lo que traes entre manos!