miércoles, 1 de diciembre de 2010

CASA SOBRE ROCA
PRIMERA SEMANA DE ADVIENTO

JUEVES
SAN MATEO 7, 21.24-27

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=qXLpiy6dIf4&feature=related

»No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el Reino de los Cielos; sino el que hace la voluntad de mi Padre que está en los cielos. Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no hemos profetizado en tu nombre, y hemos expulsado los demonios en tu nombre, y hemos hecho prodigios en tu nombre? Entonces yo declararé ante ellos: “Jamás os he conocido: apartaos de mí, los que habéis obrado la iniquidad”.
»Por lo tanto, todo el que oye estas palabras mías y las pone en práctica, es como un hombre prudente que edificó su casa sobre roca; y cayó la lluvia, llegaron las riadas y soplaron los vientos: irrumpieron contra aquella casa, pero no se cayó porque estaba cimentada sobre roca.
»Pero todo el que oye estas palabras mías y no las pone en práctica es como un hombre necio que edificó su casa sobre arena; y cayó la lluvia, llegaron las riadas y soplaron los vientos: se precipitaron contra aquella casa, y se derrumbó y fue tremenda su ruina.

Con frecuencia recordabas, Señor, a tus discípulos que lo único importante es entrar en el Reino de los cielos; que lo demás son cosas accesorias. Y que para entrar, también les habrías repetido: no basta con desearlo, quererlo, sino que hay que hacer la voluntad de tu Padre; es decir, no bastan las palabras, son necesarias las obras.

Tus discípulos que te escuchaban siempre con atención, hoy mostraron una cara de extrañeza y de admiración. Y, aunque no te preguntaron nada, en sus ojos algo se adivinaba. Quizás por eso Tú, Señor, diste una nueva vuelta de tuerca a tu argumento.

Y seguiste hablando. Y como en otras ocasiones ilustraste tu doctrina con acertadas comparaciones. Les contaste lo del hombre prudente y la construcción que realizó sobre roca; les hablaste de la lluvia y las riadas; de los vientos y las dificultades; y, sobre todo, insististe en que aquella casa resistió porque tenía buenos fundamentos; porque estaba construida en el fiel cumplimiento de la voluntad de Dios.

Les hablaste también de que el que gasta las fuerzas en alardear, en presumir, en atusar, es como el que construye la casa sobre arena y que cuando llegan las lluvias, las riadas, los vientos derrumban la casa, la destrozan, la arrasan.

En este tiempo nuestro de tantas palabras, de tantos faroles, de tantos egoísmos y autosuficiencias, enséñanos a cumplir, Señor, tu voluntad; enséñanos a echar buenos cimientos, a tapar rendijas, a quitar goteras. Sólo así, nuestra casa será fuerte, nuestra vida será seria y nuestra entrada en el Reino de los Cielos, segura.