domingo, 31 de octubre de 2010

SALA DE BANQUETES
TRIGÉSIMA PRIMERA SEMANA DEL T. O.
LUNES
SAN LUCAS 14, 12-14

CON SOLO GOLPE DE CLIK  http://www.quierosersanto.com/qss/

Decía también al que le había invitado:
—Cuando des una comida o cena, no llames a tus amigos, ni a tus hermanos, ni a tus parientes, ni a vecinos ricos, no sea que también ellos te devuelvan la invitación y te sirva de recompensa. Al contrario, cuando des un banquete, llama a pobres, a tullidos, a cojos, y a ciegos; y serás bienaventurado, porque no tienen para corresponderte. Se te recompensará en la resurrección de los justos.

La invitación a comer que se hacen mutuamente las personas es una muestra clara de la amistad entre ellas. Compartir mesa y mantel da pie a confidencias mutuas y afianzar lazos de amistad. A Ti, Señor, con frecuencia te invitaban tus amigos. Una veces, la invitación venía exigida por el agradecimiento de algún favor o deseo de iniciar una amistad; otras, eras Tú mismo el que planeabas el encuentro. Tal es el caso de Zaqueo.

En todos los encuentros, procurabas Tú, Señor, extraer alguna lección importante. Eran la ocasión propicia para enseñar modos de comportamiento; para enseñar maneras de vivir las exigencias de la Ley Antigua y, sobre todo, era el momento para anunciar el estilo de vida de quienes iban a ser tus discípulos o seguidores. Esta vez también aprovechaste la ocasión. Fue al final.

El banquete había terminado. Tus discípulos, que quizás también habían asistido a aquella comida, se habían retirado. Los criados de tu anfitrión habían terminado de recoger las cosas. En la sala estabais sólo los dos: Tú y tu anónimo amigo. Después del jolgorio de la comida, ahora cuando reinaba en la sala un tranquilo silencio, mirando a los ojos de tu amigo, con franqueza y claridad, le dijiste:

Querido amigo: cuando programes un banquete —cosa estu-penda— llama “a pobres, a tullidos, a cojos, a ciegos”, a gentes que no te puedan pagar. Si así lo haces serás bienaventurado; Dios te premiará aquí en la tierra en la vida futura con el banquete del Reino. No olvides, amigo, que esa es una excelente recompensa.

Poco antes le habías dicho: “si invitas a amigos, a hermanos, a parientes, a vecinos —cosa buena— ellos te devolverán la invitación y quedarás pagado. Al dar algo, al invitar a alguien, al preparar un banquete, hay que mirar primero la intención, hay que mirar primero al cielo de Dios, después al suelo de los hombres.

Señor, que procure tener rectitud de intención: que recuerde el consejo que diste a tu amigo, si actúas con desprendimiento y con generosidad, sin esperar nada en cambio, “serás bienaventurado”.