jueves, 6 de enero de 2011

FERIA DESPUÉS DE EPIFANÍA

7 DE ENERO
SAN MATEO 4, 12-17. 23.25

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=vxD_jWSHLLk


Cuando oyó que Juan había sido encarcelado, se retiró a Galilea. Y dejando Nazaret se fue a vivir a Cafarnaún, ciudad marítima, en los confines de Zabulón y Neftalí, para que se cumpliera lo dicho por medio del profeta Isaías:
Tierra de Zabulón y tierra de Neftalí
en el camino del mar,
al otro lado del Jordán,
la Galilea de los gentiles,
el pueblo que yacía en tinieblas
ha visto una gran luz;
para los que yacían en región
y sombra de muerte
una luz ha amanecido.
Desde entonces comenzó Jesús a predicar y a decir:
—Convertíos, porque está al llegar el Reino de los Cielos.
Mientras caminaba junto al mar de Galilea vio a dos hermanos, Simón el llamado Pedro y Andrés su hermano, que echaban la red al mar, pues eran pescadores. Y les dijo:
—Seguidme y os haré pescadores de hombres.
Ellos, al momento, dejaron las redes y le siguieron. Pasando adelante, vio a otros dos hermanos, Santiago el de Zebedeo y Juan su hermano, que estaban en la barca con su padre Zebedeo remendando sus redes; y los llamó. Ellos, al momento, dejaron la barca y a su padre, y le siguieron.
Recorría Jesús toda la Galilea enseñando en las Sinagogas, predicando el Evangelio del Reino y curando toda enfermedad y dolencia del pueblo.
Su fama se extendió por toda Siria; y le traían a todos los que se sentían mal, aquejados de diversas enfermedades y dolores, a los endemoniados, lunáticos y paralíticos, y los curaba. Y le seguían grandes multitudes de Galilea, Decápolis, Jerusalén, Judea y del otro lado del Jordán.

La noticia del encarcelamiento de Juan, Señor, te hizo sufrir enormemente. Sabías que, con esa maniobra, apagaban la mecha humeante, cortaban la voz, acallaban al pregonero. Hasta Tú, Señor, comenzaste a temer por tu suerte. Y para prevenir perversas consecuencias, te retiraste a Galilea. Aunque sabías no había llegado tu hora, allí podrías estar más tranquilo.

Y dejaste Nazaret tu pueblo; y con el pueblo tantos recuerdos de niño y de joven; y tantas horas gastadas en pequeños trabajos; y tantos rincones visitados y tantas veredas reconocidas; y el olor agradable de las flores y la sombra saludable de algunas plantas; y el susurro ligero del arroyo madrugador y el canto apacible del ruiseñor a media tarde. Y te fuiste a Cafarnaún, ciudad marítima, cerca de Zabulón y Neftalí.

Y así se cumplió en Ti la profecía de Isaías. Así se hicieron realidad aquellas palabras pronunciadas hace siglos y que ahora cobraban actualidad. Nazaret, Cafarnaún, dos lugares, Señor, que Tú, a lo largo de los años, llenarías de hermosas historias, de vivos sucedidos y extraordinarios milagros.

Y en Cafarnaún, Señor, comenzaste a predicar. Y tu voz vibrante, afable, convencida llegó a muchos corazones. Un nuevo estilo era el tuyo: predicabas las grandezas del Reino de los cielos; del Reino del que Tú —asegurabas— eras Rey; y llamabas a tu Padre Señor de todas las cosas.

Y recorriste la hermosa Galilea, y enseñaste con ardor, en las Sinagogas, y predicaste con fuego el Evangelio del Reino, y curaste, compasivo, a miles de enfermedades y sanaste sus dolencias a las buenas gentes del pueblo.

Y tu fama de predicador, de profeta, corrió como la espuma por todos los lugares. Y llegó tu renombre hasta Siria. Y de todos los lugares te traían enfermos y Tú, Señor, los curabas. Y te seguían enormes multitudes llegadas de varios lugares: de Galilea, de la Decápolis, de Jerusalén, de Judea y hasta del otro lado del Jordán. Algo nuevo tenían tus palabras.