miércoles, 5 de enero de 2011

REYES MAGOS
EPIFANÍA DEL SEÑOR

6 DE ENERO

SAN MATEO 2, 1-12

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=W_NXLY21gl0

Después de nacer de Jesús en Belén de Judá en tiempos del rey Herodes, unos Magos llegaron de Oriente a Jerusalén preguntando:
—¿Dónde está el Rey de los Judíos que ha nacido? Porque vimos su estrella en el Oriente y hemos venido a adorarle.
Al oír esto, el rey Herodes se inquietó, y con él toda Jerusalén. Y, reuniendo a todos los príncipes de los sacerdotes y a los escribas del pueblo, les interrogaba dónde había de nacer el Mesías.
—En Belén de Judá, —le dijeron—, pues así está escrito por medio del Profeta:
Y tú, Belén, tierra de Judá,
ciertamente no eres la menor
entre las principales ciudades de Judá;
pues de ti saldrá un jefe
que apacentará a mi pueblo. Entonces Herodes, llamando en secreto a los Magos, se informó cui-dadosamente por ellos del tiempo en que había aparecido la estrella; y les envió a Belén, diciéndoles:
—Id e informaos bien acerca del niño; y cuando lo encontréis, avisadme para ir yo también a adorarle.
Ellos, después de oír al rey, se pusieron en marcha. Y entonces, la estrella que habían visto en el Oriente colocó delante de ellos, hasta parar-se sobre el sitio donde estaba el niño. Al ver la estrella se llenaron de inmensa alegría. Y entrando en la casa, vieron al niño con María, su madre, y postrándose le adoraron; luego, abrieron sus cofres y le ofrecieron presentes: oro, incienso y mirra. Y, después de recibir en sueños avi-so de no volver a Herodes, regresaron a su país por otro camino.

Yo también vi la estrella. Y fui en tu busca, Señor. Me uní a una comitiva de gentes importantes que caminaban en tu búsqueda. Aquellos personajes importantes habían “conocido” que Tú, Señor, habías nacido en Belén. Era el tiempo del Rey Herodes. Habían pasado algunos años, desde tu nacimiento, cuando llegaron aquellos personajes; quizás no tantos. En todo caso, mostraban gran interés por Ti.

Dicen que aquellos personajes eran Magos, expertos en astros. No lo sé. Por otra parte, qué más da lo que fuesen, lo importante es que ellos y un montón de gente, de improviso, nos presentamos en Jerusalén. Pero en la Ciudad Santa, no estabas. Todos nos preguntábamos: ¿dónde está el rey de los judíos, el recién nacido? Y la gente no tenía ni idea. Esperaban..., pero nadie sabía nada.

Al decirle a Herodes lo de la estrella —no sabía que era gracia— le entró un tembleque tan grande que se “sobresaltó”. Convocó a los sumos pontífices, a los letrados del país, y les preguntó el dato preciso de la fecha del nacimiento del Mesías.

Al fin los sabios dieron esta respuesta: En Belén de Judá. Así está escrito. ¡Todo estaba previsto! Entonces, Herodes llamó de nuevo a los Magos —todos nosotros estábamos a la puerta espera que te espera— y les pidió otros detalles; a continuación les dio unas pistas para que pudieran llegar a Belén. Les animó y hasta les prometió que él iría más tarde; que le tuviesen informado.

Y se movió la comitiva. Todos vimos de nuevo la estrella, y como niños pequeños gritamos y echamos vivas al nuevo Rey de los Judíos. Caminamos varias horas llenos de gozo. De repente, la estrella se paró y todos comprobamos el hecho: allí estaba el pequeño rey.

Entramos en la casa, primero los Magos que dejaron un montón de cosas al Niño; después nosotros los pobres. Yo entré azorado, aturdido, no sabía qué hacer, si mirar a la Madre o preguntar algo a José; una cosa tenía clara: no salir de allí, sin dar un beso al Niño. Y eso hice. Quise darle algo al pequeño —como todos hacían— pero no encontré nada en mi bolsa. Entonces, el Niño me sonrió y me dijo: “Dame tu corazón, tus temores, deja también conmigo tus penas; y, si quieres, deja también, tus pecados”. Y eso hice, dejé todo a sus pies.