sábado, 20 de noviembre de 2010

CRISTO REY
TRIGÉSIMA CUARTA SEMANA DEL T. O.

DOMINGO (A)
SAN MATEO 25, 31-46

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=42T2F_engZ8

»Cuando venga el Hijo del Hombre en su gloria y acompañado de todos los ángeles, se sentará entonces en el trono de su gloria, y serán reunidas ante él todas las gentes; y separará a los unos de los otros, como el pastor separa las ovejas de los cabritos, y pondrá las ovejas a su derecha, los cabritos en cambio a su izquierda. Entonces dirá el Rey a los que estén a su derecha: «Venid, benditos de mi Padre, tomad posesión del Re-ino preparado para vosotros desde la creación del mundo: porque tuve hambre y me disteis de comer; tuve sed y me disteis de beber; era peregrino y me acogisteis; estaba desnudo y me vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme». Entonces le responderán los justos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento y te dimos de comer, o sediento y te dimos de beber?; ¿cuándo te vimos peregrino y te acogimos, o en la cárcel y vinimos a verte? Y el Rey, en respuesta, les dirá: “En verdad os digo que cuanto hicisteis a uno de estos mis hermanos más pequeños, a mi me lo hicisteis. Entonces dirá a los que estén a la izquierda: «Apartaos de mí, malditos, al fuego eterno preparado para el diablo y sus ángeles: porque tuve hambre y no me disteis de comer; tuve sed y no me disteis de beber; era peregrino y no acogisteis; estaba desnudo y no me vestisteis, enfermo y en la cárcel y no me visitasteis». Entonces le replicarán también ellos: “Señor, ¿cuándo te vimos hambriento o sediento, peregrino o desnudo, enfermo o en la cárcel y no te asistimos?” Entonces les responderá: “En verdad os digo que cuanto dejasteis de hacer con uno de estos más pequeños, también dejasteis de hacerlo conmigo. Y estos irán al suplicio eterno; los justos, en cambio, a la vida eterna”.

La vida del hombre sobre la tierra es corta. El que llega a los cien años es excepción. El resto de los humanos nos quedamos por debajo. La media de edad ha ido cambiando a lo largo de la historia de la humanidad. Quizás ahora, estamos en la cresta de la ola. No obstante, la vida del hombre es importante desde el principio hasta el fin. Y quizás lo más importante sea el fin, el momento del juicio, de la sentencia.

Tú, Señor, lo sabías, Por eso, en un momento de tu predicación nos presentaste “con toda grandiosidad” el Juicio Final de la humanidad. Y lo hiciste con una parábola. Después de tres bellas parábolas que hablaban de vigilancia y rendimiento, nos ofreciste esta parábola que nos habla de sentencias.

“Entonces —dice el Catecismo de la Iglesia Católica, n. 678— se pondrán a la luz la conducta de cada uno y el secreto de los corazones. Entonces será condenada la incredulidad culpable que ha tenido en nada la gracia ofrecida por Dios. La actitud con respecto al prójimo revelará la acogida o el rechazo de la gracia y del amor divino”.

Todo un espectáculo: Conductas generosas enterradas en el anonimato del tiempo, saldrán a la luz y serán premiadas; acciones insignificantes y orilladas por las medidas humanas, serán magnificadas por la vara de Dios; y a la contra vidas rodeadas de aplausos y de boato, que serán colocadas en su puesto justo; escritos premiados que serán aniquilados; torres gigantes que caerán por los suelos. ¡Todo un espectáculo de luminosidad y justicia!

La parábola revela también las dimensiones de amor de Dios en la vida eterna. “Acá —dice Santa Teresa— solas estas dos que nos pide el Señor; amor de su Majestad y del prójimo; es en lo que hemos de trabajar. Guardándola con perfección, hacemos su voluntad (...). La más cierta señal que —a mi parecer— hay de si guar-damos estas dos cosas, es guardando bien la del amor del prójimo; porque si amamos a Dios no se puede saber (aunque hay indicios grandes para entender que le amamos), más el amor del prójimo, sí”.

Y continúa: “Y estad ciertas que mientras más en éste os viereis aprovechadas, más lo estáis en el amor de Dios; porque es tan grande el que Su Majestad nos tiene, que en pago del que tenemos al prójimo, hará que crezca el que tenemos a Su Majestad por mil maneras; en esto yo no puedo dudar” .

Haz, Señor, que aquel día sea luz y alegría, felicidad y bienaventuranza para todos. Y que la Vida después de la vida, sea una Vida eterna.