TAMBIÉN ENTRE LOS AUTOBUSES
ANDA DIOS
Desde hace unos días, me estoy acostumbrado a
usar los autobuses públicos, para moverme de un lugar a otro de la ciudad. Cada
viaje es una pequeña aventura. En cada parada bajan y suben nuevas gentes. Y cada
una de las personas, aunque no te digan nada, te hablan de Dios.
Remedando a
Santa Teresa de Jesús que decía “entre los pucheros y las ollas anda
Dios”, podíamos decir: también “entre los autobuses y paradas anda Dios”.
A veces es el rostro, otras veces los gestos,
en ocasiones el silencio, te mandan un mensaje. Un mensaje que si sabemos
descubrirlo, nos hace sentirnos hermanos de todos y, lo que es más importante
nos hace pensar que somos hijos de Dios.
Esta mañana he tenido ocasión de comprobarlo.
Y más de una vez me he acordado de nuestro Padre Dios, cercano, mensajero, padre. Y
han llegado hasta mi memoria aquellas hermosas palabras de Camino:
“Es preciso
convencerse de que Dios está junto a nosotros de continuo. —Vivimos como si el
Señor estuviera allá lejos, donde brillan las estrellas, y no consideramos que
también está siempre a nuestro lado.
Y está como un
Padre amoroso —a cada uno de nosotros nos quiere más que todas las madres del
mundo pueden querer a sus hijos—, ayudándonos, inspirándonos, bendiciendo... y
perdonando.
¡Cuántas veces
hemos hecho desarrugar el ceño de nuestros padres diciéndoles, después de una
travesura: ¡ya no lo haré más! —Quizá aquel mismo día volvimos a caer de
nuevo... Y nuestro padre, con fingida dureza en la voz, la cara seria, nos
reprende..., a la par que se enternece su corazón, conocedor de nuestra flaqueza,
pensando: pobre chico, ¡qué esfuerzos hace para portarse bien! Preciso es que
nos empapemos, que nos saturemos de que Padre y muy Padre nuestro es el Señor
que está junto a nosotros y en los cielos. (Camino 267)”
Es preciso empaparse,
saturarse de que Dios es nuestro Padre;
siempre, también cuando viajamos en Villavesa, entre parada y parada.
PARA ESCUCHAR