“ALSERDELAPALABRA” presenta a sus seguidores, breves reflexiones nacidas de la experiencia de la vida ordinaria. Las escribiré con la frescura de lo sencillo y con la esperanza de lo sublime. Espero que mi pluma sea dócil y vuestra aceptación generosa.
domingo, 6 de febrero de 2011
LUNES
SAN MARCOS 6, 53-56CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
http://www.youtube.com/watch?v=ke3mWi2rEXQ
Acabaron la travesía hasta la costa, llegaron a Genesaret y atracaron. Cuando bajaron de la barca, enseguida lo reconocieron. Y recorrían toda aquella región, a donde oían que estaba él le traían sobre las camillas a todos los que se sentían mal. Y en cualquier lugar que entraba, en pueblos o en ciudades, o en aldeas, colocaban a los enfermos en las plazas, y le suplicaban que les dejase tocar al menos el borde de su manto; y todos los que le tocaban quedaban sanos.
Habíais terminado felices la travesía. Ibais Tú y tus discípulos. Al fin pisasteis tierra, era Genesaret. Allí amarrasteis la barca y bajasteis a la arena. Enseguida os descubrieron y otra vez la gente se arremolinó junto a vosotros. Tú, Señor, diste orden de no estar mucho tiempo allí, porque pensabais recorrer toda la comarca. ¡No parabas, Señor, ni un minuto! Parece que te faltaba tiempo, a ti dueño del tiempo, parece que no ibas a poder llegar, cuando sabías que el triunfo era seguro.
Cuando las gentes se enteraban que pasabas, Señor, salían a tu encuentro, algunos te llevaban enfermos en camillas, otros caminaban por su pie. Todos querían llegar cerca de Ti, poder verte, hablarte, poder rogarte algún favor. En realidad, eras Tú, Señor, quien los buscabas.
Y en cualquier lugar que entrabas, pueblo, ciudad, poblado apa-recían los enfermos y allí, en la plaza, estaban todos, en tu presencia. ¡Qué espectáculo, Señor! Ayes y miserias en la plaza pública; dolores y congojas gritando al unísono. Y todos querían llegar cerca de Ti. Deseaban al menos tocar el borde de tu manto; darte la mano, sentir la mirada de tus ojos.
Algunos tuvieron más suerte. Llegaron hasta tu puerta, se arrodillaron en tu presencia y besaron tus pies. Y Tú, Señor, misericordioso les curaste; diste fuerzas a sus miembros paralíticos y alegría a sus ojos turbios y desilusionados.
Ahora llegamos hasta Ti, Señor, un grupo de enfermos: cojos y ciegos; aturdidos y despistados; cansados y de vuelta de muchas cosas; y queremos llegar a tu lado, a tus pies, para pedirte que nos cures de nuestros males, para pedirte que llenes el zurrón de nuestra vida de la ilusión de tu esperanza; para que deposites en el alma de todos nosotros la frescura de la primera entrega.
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