miércoles, 21 de abril de 2010

TERCERA SEMANA DE PASCUA

JUEVES
SAN JUAN 6, 44-51  

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Nadie puede venir a mí si no le atrae el Padre que me ha enviado, y yo lo resucitaré en el último día. Está escrito en los Profetas: Y serán todos enseñados por Dios. Todo el que ha escuchado al que viene del Padre, y ha aprendido, viene a mí. No es que alguien haya visto al Padre, sino que aquel que procede de Dios, ése ha visto al Padre. En verdad, en verdad os digo que el que cree tiene vida eterna. »Yo soy el pan de vida. Vuestros padres comieron en el desierto el maná y murieron. Éste es el pan que baja del cielo, para que si alguien lo come no muera. Yo soy el pan vivo que he bajado del cielo. Si alguno co-me este pan vivirá eternamente; y el pan que yo daré es mi carne para la vida del mundo.


Los hombres, según su condición de criaturas, no pueden conocerte ni llegar hasta Ti, Señor, si no son sanados y ayudados por tu gracia. Y si responden a tu llamada y secundan tu gracia, les prometes el premio eterno y la resurrección en el último día.

Siempre que reflexiono en este tema, Señor, brotan en mí deseos de responder a tus gracias; y, a la vez, ruego me ayudes a confiar plenamente en Ti, y a esperar, por tu misericordia, me concedas la salvación eterna.

Somos discípulos de Dios —según está escrito— y somos discípulos tuyos. Que aprendamos a servirte, a huir de la pereza, del miedo, de la cobardía que nos dificulta la entrega y que sepamos serte fieles en el quehacer de cada día. ¡Ayúdanos, Señor!

Primero escuchar tu llamada, después responder libremente, y luego lanzarnos a la lucha, jugarnos el yo, vencer la soberbia, superar la vergüenza; no tener miedo a nadie ni a nada, vivir en medio del mundo con el desparpajo, la espontaneidad, el servicio, la entrega de ser discípulos tuyos.

A Dios nadie lo ha visto. Sólo Tú, Señor. Pero si creemos, tenemos la vida eterna asegurada. Para ello, debemos estar y permanecer fuertes. Tú eres el pan de vida. Mejor que el maná. El maná era otra cosa. “Tú eres el pan vivo bajado del cielo; el que coma de él vivirá para siempre”. Tu carne es el pan para alimento del mundo.

Gracias Señor, por las veces que he comido tu Cuerpo y he bebido tu Sangre. Con palabras de la Liturgia, lleno de fe y de esperanza, te digo, Señor: “Oh sagrado convite en el cual se recibe a Cristo, el alma se llena de gracia y se nos da una prenda para la gloria futura”.

Y con Santo Tomás confieso: “Al juzgar de Ti se equivocan la vista, el tacto, el gusto, pero basta el oído para creer con firmeza; creo todo lo que ha dicho el Hijo de Dios; nada es más verdadero que esta Palabra de verdad”.

Somos débiles, criaturas, pero discípulos, hijos. Esperamos la resurrección de los muertos.