BODAS DE ORO SACERDOTALES
Ayer, 29 de junio,
solemnidad de san Pedro y de y San Pablo, celebré los 50 años de mi ordenación
sacerdotal. Por circunstancias, que no son del caso, tuve que celebrar tres
Misas. Lo consideré un regalo de Dios. En las tres me fijé de modo especial en
la oración que después del Cordero de
Dios, o mientras
los fieles lo recitan, reza el sacerdote en secreto.
Es está:
“Señor Jesucristo, Hijo de Dios vivo, que por voluntad
del Padre, cooperando el Espíritu Santo, diste con tu muerte la vida al mundo,
líbrame, por la recepción de tu Cuerpo y de tu Sangre, de todas mis culpas y de
todo mal. Concédeme cumplir siempre tus mandamientos y jamás permitas que me
separe de ti.”