jueves, 21 de octubre de 2010

... SALE UNA NUBE
VIGÉSIMA NOVENA SEMANA DEL T. O.

 VIERNES
SAN LUCAS 12, 54-59

CON UN SOLO GOLPE DE CLIK
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Decía a las multitudes:
—Cuando veis que sale una nube por el poniente, en seguida decís: “Va a llover”, y así sucede. Y cuando sopla el sur, decís: “Viene bochorno”, y también sucede. ¡Hipócritas! Sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra: entonces, ¿cómo es que no sabéis interpretar este tiempo? ¿Por qué no sabéis descubrir por vosotros mismos lo que es justo?
»Cuando vayas con tu adversario al magistrado, procura ponerte de acuerdo con él en el camino, no sea que te obligue a ir al juez, y el juez te entregue al alguacil, y el alguacil te meta en la cárcel. Te aseguro que no saldrás de allí hasta que pagues el último céntimo.

Señor, en tu afán de predicar, no perdías ocasión. Igual adoctrinabas a solas a cada uno de tus discípulos, como te dirigías a pequeños grupos que te seguían. A veces, muchas veces, hablabas a multitudes.

Esta vez, en efecto, te dirigías a las multitudes. Y les hablabas de nubes y ponientes; de lluvias y chaparrones; de bochorno y viento sur; es decir, les hablabas de cosas conocidas, de experiencias humanas, de constantes ambientales. Tú y ellos conocíais a la perfección estas cosas.

Y de repente, diste un salto. Hablaste de la vida. Venga, no seáis falsos, hipócritas, interpretad, descubrid los signos de los tiempos, igual que sabéis interpretar el aspecto del cielo y de la tierra, es decir, dad el salto a lo trascendente, a lo verdaderamente importante. Sed consecuentes, no seáis hipócritas, no uséis dos medidas.

“En tu queja, Señor, juegas con dos sentidos de la palabra tiempo: el meteorológico y el de las etapas de la salvación. Parece como si quienes te conocieron hubieran utilizado un doble tipo de razonamientos; uno con lógica, para juzgar las cosas terrenas y otro, ilógico, para juzgarte a ti, Señor.

“Los signos que mostraste, Señor —los milagros, tu vida y tu doctrina— serían suficientes para confesarte como Mesías. Sin embargo, aquellas gentes —y también nosotros— no siempre supieron, ni sabemos, corresponder” .

Terminaste, Señor, tus palabras dando un consejo práctico: procurad entenderos buenamente. No llevéis a nadie a juicio ni a jueces, ni a los alguaciles ni a los magistrados. Terminaréis en la cárcel y de allí no saldréis hasta pagar el último céntimo. Entenderos antes, mientras vais de camino.

Las multitudes te escuchaban. Te escuchamos nosotros. Haz que aprendamos tus lecciones de vida y de costumbres. Y luego, seamos consecuentes, huyamos de la hipocresía, de la doble vida.