CUATRO HORAS DE TIEMPO
Un día más me propongo escribir del tiempo. No
del tiempo que pasó, ni del tiempo que vendrá, sino del tiempo “in actu”, del tiempo
en este momento. Aunque, bien pensado, lo que me propongo es cosa arto difícil.
Apenas quiero escribir del tiempo presente, cuando
me doy cuenta, que ya es tiempo pasado y que el futuro que sueño, se hace
enseguida presente y al momento pasado.
Dejando aparte estas disquisicciones, escribiré
algo sobre el tiempo presente, enjaulado en esta mañana de enero. Y más en
concreto, de esta mañana que va de nueve, que fue la hora en que salí a la
calle, hasta la una, que es la hora en que he vuelto a casa.
Pues bien, a lo largo de estas cuatro horas,
aquí, en mi barrio, en mi ciudad, el tiempo ha sido plano, monótono, invernal,
gris. Pequeñas gotas, calabobos que dicen, han aterrizado en las baldosas
blancas con franjas rojas de mi calle.
El viento suave, rizoso, llano juguetea con
las cosas y personas. Nada de vendaval, nada de huracán, nada escandaloso, es
un viento cercano, cariñoso, amigo. El cielo totalmente apagado, silencioso,
mustio. La naturaleza muda, expectante, seria.
Así dibujaría yo estas cuatro horas de tiempo:
horas serenas, húmedas, silenciosas, llenas de espera.
PARA ESCUCHAR